Gastronacionalismo: Identidad Nacional y Estrategia Diplomática a Través de la Cocina
Editado por: Olga Samsonova
El concepto de gastronacionalismo sostiene que la culinaria es un reflejo intrínseco de la identidad nacional y, a su vez, funciona como un instrumento diplomático para consolidar el sentido de pertenencia colectiva. Esta perspectiva sitúa los hábitos alimentarios como marcadores culturales fundamentales, más allá de la mera subsistencia.
La socióloga Cecilia Díaz Méndez, catedrática de Sociología en la Universidad de Oviedo y directora del Grupo de Investigación en Sociología de la Alimentación Socialimen, destaca que los alimentos, aunque habitualmente pasan desapercibidos, se convierten en indicadores claros de afiliación en contextos de migración o alta diversidad cultural. Esta función identitaria es crucial para los inmigrantes que buscan anclajes tangibles en nuevas geografías. La chef palestina Reem Kassis lo ejemplifica en su obra The Palestinian Table, donde la comida sustituye significativamente a la patria ausente.
La gastronomía se diferencia de otras manifestaciones nacionalistas por su capacidad inherente para fomentar la comunión sobre la rivalidad, siendo un marcador cultural inherentemente no conflictivo. Mientras que las expresiones nacionalistas más antagónicas se enfocan en la confrontación, la esfera culinaria promueve el intercambio, una dinámica evidente en la proliferación de restaurantes internacionales en ciudades como Madrid. Sin embargo, este ámbito no está exento de tensiones, dado que ciertos grupos han intentado instrumentalizar las costumbres culinarias propias para promover la segregación social.
La gastrodiplomacia, definida como el uso estratégico de la cocina nacional para moldear la percepción global, consolida su relevancia como activo de poder blando en las estrategias de diplomacia pública. Un ejemplo de esta aplicación se observa en Portugal, cuyas iniciativas diplomáticas pivotaron hace décadas desde la adopción de la cocina francesa hacia la exaltación de sus platos autóctonos, reconociendo institucionalmente el valor de la cocina local como vehículo de influencia exterior.
El caso de Tailandia ilustra el éxito de una promoción estatal concertada. Mediante el Programa Tailandés Global, lanzado en 2002, el país buscó incrementar activamente la presencia de sus restaurantes a nivel mundial, ofreciendo subvenciones y formación. Esta campaña, que incluyó prototipos de restaurantes desde comida rápida hasta alta cocina, duplicó la cantidad de establecimientos tailandeses en el extranjero e impulsó el turismo. La Autoridad de Turismo de Tailandia (TAT) ha continuado esta promoción, buscando elevar al país a destino de turismo gastronómico de clase mundial, como se evidenció en el proyecto 'Amazing Thailand Culinary City' y el evento 'Gran Premio de Kaphrao' en 2023, con la meta de elevar el gasto turístico en alimentos del 20% al 25% para 2027.
En última instancia, la comida actúa como un catalizador para la conexión humana, atenuando las fricciones culturales. La UNESCO, al inscribir el washoku (cocina japonesa) como Patrimonio Cultural Inmaterial en 2013, reconoció este proceso de invención de tradición destinado a preservar y proyectar la identidad nacional. La cocina, en su manifestación más elevada, se establece así como un lenguaje universal de hospitalidad y entendimiento mutuo.
Fuentes
EL PAÍS
EL PAÍS
El Diario de Madrid
Agencia Estatal de Investigación
ResearchGate
IGCAT
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