Subtítulos: Cuando la Tierra habla: volcanes y tormentas (documental ambiental)
Cuando el volcán pulsa las teclas, pero El Niño no sigue el guion
Editado por: Inna Horoshkina One
Tradicionalmente, la secuencia parecía sencilla: una erupción volcánica de gran magnitud inyectaba aerosoles en la estratosfera, provocando un enfriamiento global. Como respuesta natural, se esperaba que, uno o dos años después, el océano Pacífico respondiera con un evento clásico de El Niño.
¡Un volcán submarino explota en Pacific!
Sin embargo, un estudio reciente publicado en Scientific Reports sugiere que la dinámica terrestre es mucho más intrincada. Al analizar simulaciones climáticas del último milenio y datos paleoclimáticos extraídos de antiguos corales, los investigadores concluyen que El Niño no está obligado a manifestarse tras cada gran erupción, incluso si los manuales sugieren lo contrario.
Volcanes y El Niño: una conexión más profunda de lo imaginado
El equipo liderado por Verona y sus colaboradores empleó experimentos multimodelo del proyecto PMIP4/past1000. Su objetivo fue examinar cómo reaccionaron los océanos Pacífico y Atlántico tropical ante erupciones significativas ocurridas durante los últimos mil años.
El panorama revelado es complejo y multifacético:
Las erupciones sí tienen la capacidad de preparar el terreno para un El Niño, especialmente si ocurren cerca del final del año calendario.
No obstante, al consultar los corales preindustriales, considerados verdaderos “archivos vivos” del océano, se observa que el esperado El Niño “obligatorio” tras erupciones de enero a menudo simplemente no se materializa.
Los modelos también señalan otro patrón crucial: el Pacífico tropical y el Atlántico frecuentemente operan en contrafase; una onda en una cuenca oceánica provoca una respuesta opuesta en la otra.
La implicación científica es clara: los volcanes actúan como un impulso significativo para el sistema climático, pero la melodía principal del ENSO (El Niño-Oscilación del Sur) reside en la dinámica interna del océano y la atmósfera, y no en una simple cadena causal directa de “una causa, un efecto”. El volcán es un golpe en el teclado, pero no el compositor de la pieza.
El Niño del Atlántico: la segunda voz del coro oceánico
Paralelamente, los climatólogos están prestando creciente atención al Niño del Atlántico, el análogo del fenómeno en el Atlántico ecuatorial.
Ya en 2009, el trabajo de Rodríguez-Fonseca y su equipo demostró que los eventos estivales del Atlantic Niño / Niña pueden influir en el Pacífico, aumentando la probabilidad de que se desarrolle un El Niño o una La Niña durante el invierno siguiente.
Desde entonces, el entendimiento se ha refinado:
Se han identificado dos subtipos de Niño del Atlántico: el central y el oriental, cada uno con su propia huella atmosférica y un impacto diferenciado en el ENSO.
Investigaciones recientes (2022–2025) indican que, bajo el calentamiento global, la amplitud del Niño del Atlántico podría disminuir, y su vínculo con El Niño podría volverse menos estable: en algunos escenarios su influencia se intensifica, mientras que en otros se vuelve más errática.
Esto significa que los océanos tropicales no mantienen un diálogo simple de “líder y seguidor”, sino una conversación multilateral que involucra a las tres cuencas: el Pacífico, el Atlántico y el Índico.
El Niño del Atlántico y los ciclones tropicales: más allá de El Niño
Una línea de investigación separada se centra en cómo el Niño del Atlántico afecta a los ciclones tropicales. Un estudio de Kim y coautores (2023) reveló que la fase cálida del Niño del Atlántico puede incrementar la actividad de los huracanes de Cabo Verde, aquellos que nacen frente a África y tienen tiempo de convertirse en las tormentas más severas de la temporada. En otras configuraciones, junto con el Modo Meridional del Atlántico (AMM), el mismo fenómeno se asocia con una supresión de la actividad ciclónica.
Trabajos más recientes muestran que el Niño/Niña del Atlántico influye también en la actividad temprana de tifones en el Pacífico occidental, alterando la circulación, la humedad y la vorticidad atmosférica.
La conclusión para la predicción en 2025 es cautelosa: el estado actual del Niño del Atlántico podría modular la probabilidad y el “carácter” de las tormentas tropicales, mitigando trayectorias extremas en algunos lugares o desplazando las zonas de génesis de ciclones en otros. No es un interruptor simple de “menos huracanes”, sino un ajuste fino de toda la circulación tropical, donde intervienen el ENSO, el Atl Niño, el AMM y el telón de fondo del calentamiento general.
¿Qué añade esto a la sinfonía planetaria?
Esta nueva perspectiva cambia el enfoque con el que observamos el clima. Dejamos de ver el océano como un mero “objeto” de predicción para empezar a percibirlo como un instrumento unificado, donde el Pacífico, el Atlántico y el Índico son tres voces de una misma melodía planetaria.
El impulso volcánico no es una catástrofe aislada, sino una señal potente desde las profundidades de la Tierra. Los océanos reciben este impulso y actúan como gigantescos armonizadores: redistribuyen el calor, reconfiguran vientos y corrientes, y ayudan al sistema a regresar gradualmente a su ritmo interno, pero en un nivel ajustado.
Para la música del Planeta, esto introduce un registro nuevo. Para nosotros, es un recordatorio de que, como dijo V. A. Mozart: “La música no está en las notas, sino en el silencio entre ellas”.
En el clima, al igual que en la música, lo importante no es solo cuándo resuena El Niño o el Niño del Atlántico, sino lo que sucede entre los eventos: los años de calma, las fases de transición, los sutiles cambios de temperatura y viento. Las nuevas investigaciones sobre volcanes y océanos nos enseñan esto: el planeta no vive de una serie de “notas-catástrofe” discretas, sino de una música continua de interconexiones. Nuestra labor es aprender a escuchar no solo los acordes fuertes, sino también el silencio que los une.
Fuentes
Nature
SSBCrack News
ResearchGate
NOAA Climate.gov
Climate Program Office
NOAA Climate.gov
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