La Sequía Histórica Persiste en la Cuenca del Tigris-Éufrates en Medio de Tensiones Hídricas Geopolíticas

El sistema fluvial del Tigris y el Éufrates atraviesa un periodo de niveles de agua históricamente bajos a lo largo del año 2025. Esta situación agrava una profunda crisis humanitaria y política que impacta directamente a Siria, Irak e Irán. La prolongada escasez hídrica se ve intensificada por el cambio climático inducido por el ser humano, el cual ha provocado que los episodios de sequía multianual en esta región sean cada vez más frecuentes y severos.

La zona que abarca el Creciente Fértil y el territorio iraní ha sufrido precipitaciones excepcionalmente escasas y un aumento de las temperaturas desde el invierno boreal de 2020/2021. Este patrón climático ha llevado a que la sequía agrícola sea clasificada como 'extrema' o 'excepcional', según los parámetros del Índice Estandarizado de Precipitación y Evapotranspiración (SPEI). Para Irak, el año 2025 se perfila como el más seco registrado desde 1933, lo que subraya la gravedad de la emergencia hídrica actual. Las entradas de agua a las cuencas del Tigris y el Éufrates han disminuido hasta un 27 por ciento por debajo del promedio histórico en comparación con el año anterior.

Las autoridades iraquíes han notificado que están recibiendo menos del 35 por ciento de su cuota histórica de agua. Este déficit se atribuye en gran medida a los proyectos de construcción de presas en las naciones río arriba, específicamente Turquía e Irán. Como resultado directo, los embalses nacionales se encuentran en niveles críticos, conteniendo apenas el 8 por ciento de su capacidad total de almacenamiento, lo que representa una caída del 57 por ciento respecto al año precedente. Las repercusiones políticas y económicas son inmediatas: en Irak, la escasez obligó al gobierno a suspender la siembra de trigo a partir de septiembre de 2025, poniendo en jaque la seguridad alimentaria nacional.

La ciudad meridional de Basora, hogar de 3.5 millones de habitantes, se encuentra en una situación de vulnerabilidad extrema. Su dependencia de suministros de agua transportados por camiones es cada vez mayor, y se han documentado casos de intrusión salina que afectan a las especies marinas locales. La situación en Siria no es menos dramática; los informes indican una caída de las precipitaciones cercana al 70 por ciento. Esto ha paralizado aproximadamente el 75 por ciento de las tierras de cultivo de secano del país, proyectando un déficit de trigo de 2.73 millones de toneladas. El grupo World Weather Attribution ya había señalado que el calentamiento global de 1.3°C, producto de la actividad humana, ha multiplicado por 25 la probabilidad de una sequía de esta magnitud en la cuenca.

En Irán, la capital, Teherán, se enfrenta a la amenaza inminente de un racionamiento de emergencia si no llegan lluvias significativas antes de diciembre de 2025, dado que el sector agrícola absorbe más del 90 por ciento del consumo hídrico nacional. La diplomacia ha intentado paliar la situación, aunque con resultados efímeros. Tras una reunión con funcionarios iraquíes el 1 de julio de 2025, Turquía aumentó temporalmente el caudal del Tigris a 420 metros cúbicos por segundo. Sin embargo, los informes indican que este alivio fue pasajero, y los flujos pronto volvieron a situarse por debajo del promedio anual.

Irak depende de Turquía e Irán para obtener casi el 75 por ciento de su agua dulce, lo que resalta la extrema sensibilidad geopolítica de cualquier acuerdo de gestión hídrica. La estabilidad a largo plazo de la seguridad hídrica regional depende fundamentalmente de la consecución de acuerdos diplomáticos vinculantes y sólidos. La negligencia interna y las restricciones impuestas por los países río arriba continúan poniendo a prueba las arterias vitales de millones de personas a lo largo de toda la cuenca.