Orcas Escuchan a Delfines: Nuevos Descubrimientos Acústicos Frente a la Columbia Británica

Editado por: Inna Horoshkina One

Ballenas y delfines vistos cazando juntos frente a British Columbia

Recientes hallazgos obtenidos cerca de la costa de la Columbia Británica han revelado una forma inusual de cooperación interespecífica. Las orcas residentes del norte (Orcinus orca), cuya dieta se centra en el salmón de gran tamaño, están empleando a los delfines de flancos blancos del Pacífico (Lagenorhynchus obliquidens) como auténticos exploradores acústicos. Este estudio, publicado en Scientific Reports, desplaza la visión tradicional centrada en la competencia entre depredadores hacia un modelo de asociación mutuamente beneficiosa.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Columbia Británica (UBC), la Universidad de Dalhousie, el Instituto Leibniz y el Instituto Hakai documentó cómo las orcas siguen a estos delfines durante sus inmersiones de forrajeo. El análisis demostró que las orcas reducen intencionalmente su propia ecolocalización, “escuchando” los chasquidos de los delfines para localizar con mayor precisión la posición del salmón chinook, su presa principal. Para ello se emplearon drones y sensores biológicos adheridos mediante ventosas, que registraron el movimiento tridimensional, la acústica y el perfil de inmersión a profundidades superiores a los 30 metros.

Las campañas de campo, realizadas durante los veranos de 2019 y 2020 en el estrecho de Johnstone y el estrecho de la Reina Carlota, registraron 258 episodios en los que los delfines de flancos blancos se desplazaban cerca de orcas marcadas. Estos delfines, que habitualmente cazan presas más pequeñas como el arenque y no son capaces de tragar salmones grandes enteros, actuaron en estas circunstancias como perseguidores activos del salmón chinook, un pez que puede alcanzar casi un metro de longitud. Las orcas obtenían la ventaja de localizar presas grandes en profundidad y, posteriormente, en al menos ocho casos documentados, compartían el resultado de la caza: tras capturar y desgarrar el pez en superficie, los delfines recogían de inmediato los restos y las escamas.

Según los científicos, las ventajas para los delfines no se limitan al alimento. Los delfines de flancos blancos del Pacífico son con frecuencia presa de las orcas transitorias, que se alimentan de mamíferos y comparten el mismo hábitat. Las orcas residentes del norte, en cambio, suelen evitar a estos grupos. La alianza con las orcas piscívoras podría ofrecer a los delfines una protección adicional: en las observaciones no se registró ni un solo acto de agresión por parte de las orcas residentes. Este hecho refuerza la hipótesis de cooperación y descarta la idea de que los delfines sean meros «parásitos molestos» que roban alimento.


La sabiduría oculta en la acústica

Si miramos este fenómeno desde una perspectiva puramente funcional, se trata de una forma rara de forrajeo cooperativo entre especies. Pero cuando elevamos un poco el foco, aparece otra capa de significado.

Podemos observar varios puntos clave:

  • Las especies que solemos etiquetar como «depredadores feroces» son capaces de forjar alianzas sutiles y contraintuitivas.

  • El sonido aquí no es solo una herramienta de caza, sino también un canal de confianza: una especie permite que la otra “escuche” su búsqueda de alimento y, a cambio, ajusta sus propias señales a las del vecino.

  • La colaboración no surge «a pesar de la naturaleza salvaje», sino como una respuesta natural a un entorno complejo y cambiante.

  • Si pensamos en el planeta como en una gran orquesta, esta investigación añade una línea esencial a la partitura: el océano no solo sabe cantar, también sabe escuchar de manera que las distintas voces se refuercen mutuamente en lugar de convertirse en ruido.

    Es un buen momento para recordar aquella idea atribuida a Mozart de que «la música no está en las notas, sino entre ellas»: en la forma en que los sonidos se relacionan, se dan espacio y se combinan en una figura viva y palpitante.

    Las orcas y los delfines nos muestran que en el planeta ocurre algo parecido: lo esencial no está solo en los gritos y los chasquidos, sino en la capacidad de una especie para silenciar temporalmente su propia voz y escuchar la de otra, encontrando juntas el camino en la profundidad.


    Ecolocalización marina y ecolocalización de la conciencia

    La ecolocalización se basa en un principio simple y elegante:
    el sonido sale de ti, impacta en el entorno —cuerpos, límites, obstáculos— y regresa transformado en información sobre lo que te rodea y sobre dónde estás tú.

    El delfín emite un chasquido, la onda rebota en el pez, el fondo o el hielo, y mediante esa señal de retorno literalmente «ve» el mundo en la oscuridad.

    Si cambiamos ligeramente el enfoque, nosotros hacemos algo análogo, aunque con otras ondas. Nuestro estado interno también se irradia constantemente hacia fuera:

    • en cómo hablamos,

  • en cómo miramos,

  • en la atmósfera que traemos al entrar en una habitación.

  • Es una especie de impulso que escanea el entorno: las personas responden con palabras, gestos o silencio, y a partir de esa respuesta entendemos dónde estamos seguros, dónde las relaciones se sienten estrechas o rígidas y dónde, en cambio, podemos respirar con facilidad.

    Dicho de forma sencilla:

    la ecolocalización no es exclusiva del sonar;
    es el mecanismo por el cual cualquier centro vivo comprueba la resonancia del mundo
    y, según la señal que regresa, recuerda quién es y cuál es su lugar.

    En el estudio, las orcas reducen su propio ruido para poder escuchar mejor a los delfines.
    Nosotros podemos aplicar algo parecido en nuestra vida: a veces hace falta bajar el volumen del estruendo interno para percibir de verdad qué nos está respondiendo el mundo y qué «frecuencia» vuelve cuando nos atrevemos a emitir nuestra voz de manera auténtica y genuina.

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    Fuentes

    • The Guardian

    • The Guardian

    • CBC News

    • Live Science

    • UBC News

    • Discover Magazine

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