El 28 de octubre de 2025, la ciudad de Tokio fue el escenario de la formalización de un acuerdo marco crucial entre Estados Unidos y Japón. Este convenio tiene como objetivo primordial consolidar la asociación bilateral en lo que respecta a la garantía de un flujo ininterrumpido de minerales esenciales y elementos de tierras raras. La firma se concretó durante la visita oficial de tres días del Presidente estadounidense Donald Trump a Japón, periodo en el que también mantuvo un encuentro con el Emperador Naruhito. Este pacto subraya la determinación de ambas naciones de establecer cimientos más sólidos para sus industrias de alta tecnología y para fortalecer su capacidad de defensa mutua.
La esencia de este entendimiento radica en la creación de una estructura operativa diseñada específicamente para incrementar la «resiliencia y seguridad de las cadenas de suministro» de estos recursos vitales. La alianza contempla la identificación activa y conjunta de «proyectos de interés» que resulten fundamentales para mitigar las vulnerabilidades logísticas que actualmente afectan al panorama global. Para llevar a cabo estas iniciativas, se movilizará un enfoque integral que involucra el apoyo tanto de las estructuras gubernamentales como del sector privado. La Casa Blanca ha enfatizado que este acuerdo sienta las bases necesarias para asegurar dicha estabilidad crítica.
La urgencia detrás de esta colaboración se explica por las recientes maniobras de la República Popular China. A principios del mes de octubre, Pekín intensificó los controles a la exportación de elementos de tierras raras, una medida que generó una notable tensión en los mercados internacionales. Aunque estas acciones se justifican como una protección de la seguridad nacional china, son percibidas como un intento de acrecentar su influencia sobre materias primas de importancia estratégica. Estos movimientos por parte de Pekín están impulsando a sus socios comerciales a explorar y desarrollar vías alternativas de aprovisionamiento.
Se prevé que la demanda de minerales críticos, como el cobalto y el litio, componentes esenciales en la fabricación de baterías para vehículos eléctricos, experimente un crecimiento exponencial, proyectándose entre un 400% y un 600% en las próximas décadas. El caso del litio y el grafito es aún más dramático, con estimaciones que alcanzan un aumento de hasta el 4000%. La acción concertada de EE. UU. y Japón, que incluye el apoyo a proyectos de producción final destinados a la exportación en un plazo de seis meses tras la firma, demuestra una firme resolución para establecer ciclos de producción completos e independientes. Esta estrategia sigue la línea marcada por el Presidente Trump, quien previamente había suscrito convenios similares con naciones como Malasia y Tailandia.
La preocupación por la excesiva dependencia de China es un sentimiento compartido en otras regiones, incluida Europa. La Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ya había advertido con anterioridad sobre el grave riesgo que esta dependencia supone para la seguridad del suministro europeo. Los analistas señalan que, a pesar de que las mayores reservas de algunos de estos recursos se encuentran en otros países (por ejemplo, el cobalto en la República Democrática del Congo o el níquel en Australia e Indonesia), China controla el procesamiento de más de la mitad del cobalto, litio, níquel y elementos de tierras raras a nivel mundial. Por lo tanto, la cooperación entre Washington y Tokio se integra dentro de iniciativas multilaterales más amplias, como la Minerals Security Partnership, cuyo fin es lograr la diversificación y un abastecimiento ético de estos materiales.
