Un estudio reciente del Royal Veterinary College de Londres revela que la llegada de un cachorro a casa puede ser una gran fuente de felicidad y consuelo para las familias. Tanto padres como niños encuentran en los nuevos miembros caninos una compañía que enriquece su día a día. Los más pequeños, en particular, valoran la cercanía física, disfrutando de abrazos, caricias y momentos de juego compartido, lo que fomenta su bienestar emocional y el desarrollo de la empatía. Para muchos progenitores, observar la alegría de sus hijos al interactuar con un cachorro es una de las recompensas más significativas de tener un perro joven.
Sin embargo, la realidad puede ser más compleja de lo anticipado. Más de un tercio de los cuidadores principales, especialmente aquellos primerizos en la tenencia de cachorros, encontraron que la dinámica entre niños y perros presentaba desafíos inesperados. La gestión de las responsabilidades de cuidado, el establecimiento de rutinas consistentes y el manejo de comportamientos típicos de cachorros, como el juego excesivo o la demanda constante de atención, pueden generar un nivel de estrés considerable. Un aspecto alarmante del estudio es que casi la totalidad de los niños encuestados interactuaron con los cachorros de maneras que incrementaban el riesgo de mordeduras, incluyendo abrazos apretados o contacto físico intenso en busca de consuelo. Los perros, al sentirse abrumados o inseguros, pueden reaccionar a la defensiva, mordiendo para liberarse de una situación incómoda, lo que subraya la necesidad imperativa de educar a los niños sobre las pautas de interacción segura y de supervisar de cerca sus encuentros con los perros.
Un hallazgo particularmente llamativo es la marcada desigualdad en la distribución de las tareas de cuidado del cachorro. El 95% de los cuidadores principales eran mujeres, y muchas madres expresaron sentirse sobrecargadas por el trabajo que implicaba. Los padres que esperaban que un cachorro aligerara su rutina diaria a menudo se encontraron con que, en realidad, generaba un esfuerzo y estrés adicionales. Los investigadores enfatizan que la decisión de adquirir un cachorro no debería basarse únicamente en los beneficios para la salud mental. Es fundamental que las familias discutan de antemano cómo se compartirán las responsabilidades, qué cuidados específicos necesita el animal y qué recursos de entrenamiento están disponibles.
La comprensión de que cada miembro de la familia puede desarrollar un vínculo diferente con el perro puede ser clave para prevenir conflictos y frustraciones futuras. Establecer límites claros y mantener una supervisión activa, especialmente durante los primeros meses, es esencial para una convivencia armoniosa. La investigación también señala que la socialización temprana de los cachorros, exponiéndolos de manera controlada a diferentes personas, entornos y sonidos, es crucial para desarrollar perros equilibrados y seguros, reduciendo la probabilidad de comportamientos reactivos en el futuro. Un estudio de la Universidad de Bristol, por ejemplo, encontró que los cachorros que participan en programas de socialización temprana tienen menos probabilidades de mostrar miedo o agresión hacia estímulos desconocidos en la edad adulta.