El contacto visual con los perros: la bioquímica detrás del vínculo y la reducción del estrés
Editado por: Екатерина С.
La interacción que se establece entre un perro y su dueño a través de una mirada directa pone en marcha un potente proceso bioquímico que consolida su conexión mutua. Este mecanismo se encuentra intrínsecamente ligado al sistema hormonal, destacando la función de la oxitocina, conocida popularmente como la "hormona del apego y la confianza". Las investigaciones neurobiológicas contemporáneas han comenzado a desvelar por qué este gesto, aparentemente sencillo, ejerce una influencia tan profunda y beneficiosa en la salud emocional de ambas partes.
Un hallazgo crucial, derivado de un estudio realizado en 2015, identificó un circuito de retroalimentación cerrado que se activa durante la interacción social positiva entre humanos y cánidos. Al cruzar las miradas, la concentración de oxitocina se dispara en ambos individuos. Este incremento hormonal, a su vez, incentiva la prolongación del contacto visual y fomenta conductas amistosas, generando un ciclo de refuerzo mutuo. Sorprendentemente, este patrón es análogo al observado en la díada madre-bebé. Los científicos documentaron la concentración de oxitocina en muestras de orina antes y después de las sesiones de juego y contacto visual, confirmando que los perros capaces de mantener la mirada por más tiempo experimentaban un aumento hormonal más significativo, al igual que sus compañeros humanos.
Además de fortalecer el vínculo afectivo, este intercambio visual funciona como un potente regulador de la tensión nerviosa. En esos momentos de conexión profunda, se produce una disminución medible en los niveles de cortisol, la hormona asociada directamente al estrés fisiológico. Este mecanismo bien afinado explica la alta eficacia que tiene la simple presencia e interacción regular con un perro para mitigar la sensación subjetiva de estrés y ansiedad en las personas. Es importante notar que las parejas humano-caninas con un vínculo más sólido y establecido muestran una respuesta hormonal mucho más marcada y evidente, lo que subraya la importancia de la calidad de la relación.
Es plausible que este efecto beneficioso del contacto visual sea el resultado de milenios de domesticación. Los perros fueron seleccionados evolutivamente por su excepcional capacidad para interpretar sutilmente las señales sociales humanas, lo que ha cimentado esta vía de comunicación bioquímica única a lo largo de la historia compartida.
No obstante, resulta fundamental recordar que una mirada directa, intensa y fija no siempre se interpreta de manera positiva. Un perro ansioso o que no ha sido socializado adecuadamente podría percibir un contacto visual prolongado como un desafío o una amenaza. La oxitocina solo se libera en un entorno de seguridad y previsibilidad. Por lo tanto, es la calidad de la relación y el contexto ambiental lo que determinará si la mirada genera confianza o, por el contrario, recelo. Los expertos recomiendan mirar de forma suave, parpadear con frecuencia y emplear un tono de voz amigable. Si el perro desvía la mirada, bosteza o se lame los labios, estas son señales delicadas de incomodidad que indican la necesidad de respetar su espacio personal y evitar la confrontación.
Fuentes
ABC Digital
Science
Universidad de Antioquia
Milenio
National Geographic
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