La Resistencia de las Lenguas Ancestrales de Francia: El Occitano, el Gallo y el Euskera desafían el Olvido

Editado por: Vera Mo

En los rincones más recónditos de Francia, las voces de los ancestros continúan resonando, plasmadas en dialectos vernáculos que, en apariencia, deberían haber caído en el olvido. Estas lenguas son mucho más que un simple conjunto de palabras; constituyen testimonios vivos de cosmovisiones alternativas, y su tenacidad revela nuevas facetas para comprender el panorama cultural del país. En Sará, dentro del departamento de Ariège, el dialecto languedociano, parte del extenso idioma occitano que antaño predominó en el Sur de Francia, aún se escucha en las conversaciones de los ancianos. Mireille, de 68 años, rememora cómo tuvo que aprender este habla de forma clandestina, puesto que la política republicana de “galización” fue severa hasta mediados del siglo XX: los niños sorprendidos utilizando estas hablas regionales eran objeto de castigo.

El occitano, que pertenece al subgrupo galorromance u occitanorromance, disfruta hoy en día del estatus de idioma fomentado en Francia, aunque su reconocimiento oficial pleno sigue siendo un punto de controversia. Hacia el noroeste, en la profunda Bretaña, se conserva el gallo, una lengua con raíces latinas, a diferencia del bretón, que es de origen celta. Jean-Yves, de 82 años, recuerda con calidez que durante su infancia todos en la región hablaban gallo, empleando “bonjou” [bõʒu] en lugar de “bonjour”. La UNESCO clasifica el gallo como una lengua en grave peligro, estimando que quedan menos de 30.000 hablantes activos, a pesar de la implementación de talleres y clases magistrales para asegurar su transmisión.

En los valles alpinos, que comprenden Saboya y el Delfinado, el franco-provenzal, o arpitan, opone resistencia a la asimilación. Esta lengua entrelaza influencias del latín, el francés y el italiano. Lucien, de 75 años, afirma rotundamente que para ellos es un patois, que no es ni francés ni italiano, sino su propia forma de comunicación. Frecuentemente, el franco-provenzal se considera un punto intermedio entre el francés y el occitano. Por su parte, el euskera, o lengua vasca, se distingue radicalmente: sus raíces se extienden hasta la era precelta, lo que lo posiciona como uno de los idiomas más antiguos de Europa. Los vascos hablan una lengua aislada, sin parentesco filogenético demostrado con ninguna otra lengua europea.

El euskera está experimentando un auge en Francia, con una cifra aproximada de 50.000 hablantes. Este impulso se debe a las escuelas de inmersión total, conocidas como ikastolak, y a una activa movilización de los residentes locales que comenzó en la década de 1980. Mayalen, una instructora de 34 años originaria de Asparren, confirma que para ellos, esto es más que un idioma; es un elemento fundamental de su identidad. Las nuevas generaciones también están participando en el renacimiento lingüístico; por ejemplo, en Córcega, adolescentes han puesto en marcha un canal de YouTube en corso. Léa Marchand, lingüista de la Universidad de Estrasburgo, enfatiza que la pérdida de estas lenguas implica la desaparición no solo de palabras, sino de una manera completa de percibir el mundo, destacando que la firmeza de estos idiomas es una manifestación de una fuerza interna que aspira a la diversidad de las formas de expresión.

Fuentes

  • Le Courrier des Balkans

  • Les langues en danger en France

  • France a ‘rogue state’ on regional languages

  • France Languages, Literacy, Maps, Endangered Languages, Population, Official Use (FR)

  • Endangered Languages In France - WorldAtlas

  • Minority Languages: Preservation, Challenges | Vaia

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