El 10 de octubre de 2025, los mercados financieros de Estados Unidos sufrieron una conmoción significativa. El detonante fue el anuncio del presidente Donald Trump sobre su intención de imponer aranceles "masivos" a las importaciones procedentes de China. Esta retórica beligerante se presentó como una respuesta directa a las recientes restricciones impuestas por Pekín sobre la exportación de elementos de tierras raras, materiales cruciales para sectores de alta tecnología, como la fabricación de imanes y vehículos eléctricos. Trump acusó públicamente a China de "mantener al mundo como rehén" al monopolizar el mercado de imanes y otros metales esenciales, y afirmó que Estados Unidos se vería obligado a contrarrestar financieramente esta "orden hostil".
La reacción bursátil fue instantánea y contundente. El índice S&P 500 experimentó una caída del 2,7%, marcando su descenso más pronunciado desde el mes de abril. Paralelamente, el índice industrial Dow Jones se desplomó 878 puntos, lo que equivale a una pérdida del 1,9%, mientras que el tecnológico Nasdaq Composite registró un retroceso del 3,6%. La incertidumbre inversora fue palpable: casi siete de cada siete acciones del S&P 500 cerraron la jornada en números rojos. En medio de esta escalada geopolítica, el precio del crudo estadounidense también se vio afectado, cayendo un 4,2% para situarse en 58,90 dólares por barril. Incluso el mercado de deuda reaccionó, con el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años disminuyendo del 4,14% al 4,05%, recordando que apenas el día anterior, 9 de octubre, dicho rendimiento se situaba en el 4,14%.
Este nuevo episodio de tensión puso en el punto de mira a las figuras centrales: el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente chino Xi Jinping. Las declaraciones de Trump generaron serias dudas sobre la celebración de la reunión prevista con Xi Jinping, que debía tener lugar en el marco de la cumbre APEC en Corea del Sur dentro de dos semanas. Trump manifestó que "no veía razones" para entablar negociaciones en ese momento. Resulta notable que, hace tan solo cuatro meses, la relación parecía más estable tras alcanzar un frágil compromiso que había reducido los aranceles estadounidenses al 30% y los chinos al 10%. Sin embargo, la amenaza de imponer aranceles adicionales del 100% a partir del 1 de noviembre de 2025, junto con la implementación de controles de exportación sobre "software de importancia crítica", ha reavivado drásticamente el conflicto.
Este incidente subraya de manera dramática cómo las declaraciones emitidas al más alto nivel se traducen inmediatamente en fluctuaciones tangibles en los mercados financieros globales. Ello pone de manifiesto el delicado equilibrio que debe existir entre la política comercial y la estabilidad económica. La historia reciente demuestra que este tipo de conflictos comerciales tiene el potencial de desestabilizar las cadenas de suministro globales ya establecidas. Por ejemplo, durante la guerra comercial de 2018-2019, las empresas con cadenas de suministro internacionales incurrieron en gastos que oscilaron entre 100 y 250 millones de dólares para reestructurar su logística en respuesta a los cambios arancelarios. La actual escalada, centrada en los metales de tierras raras (un sector donde China controla más del 90% de los elementos procesados), plantea serias interrogantes sobre la resiliencia de los sistemas de producción a escala mundial.