El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha lanzado una declaración que podría alterar drásticamente la dinámica del conflicto en curso. Washington está dispuesto a suministrar misiles de crucero Tomahawk a Ucrania, pero solo bajo la condición de que Rusia no demuestre una voluntad real de alcanzar una solución pacífica al conflicto. El líder de la Casa Blanca emitió este ultimátum el domingo, mientras viajaba a bordo de un avión con destino a Israel. Describió el sistema de armas Tomahawk como “increíble y muy ofensivo”, y subrayó que es un armamento que “Rusia no necesita en absoluto”.
Los analistas interpretan esta maniobra como una advertencia condicional diseñada para presionar al liderazgo ruso a sentarse a la mesa de negociaciones. Se sabe que el presidente Trump ya había abordado este tema con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, durante conversaciones telefónicas previas. Kiev ha estado insistiendo en la adquisición de estos misiles para poder ejecutar ataques profundos dentro del territorio ruso. La relevancia de este anuncio se intensifica debido a los continuos ataques contra la infraestructura energética ucraniana, lo que añade una urgencia crítica ante la inminente llegada del período invernal.
La respuesta de Moscú fue instantánea y contundente. Si bien el presidente ruso, Vladímir Putin, había minimizado previamente la importancia de los envíos de Tomahawk, asegurando que “no cambiarían en absoluto” el equilibrio de poder y que su uso sería inviable sin la participación directa de militares estadounidenses, el Kremlin ahora muestra una preocupación palpable y diferente. El viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Riabkov, lanzó una dura advertencia, señalando que la respuesta rusa al suministro de armamento de largo alcance será tan contundente “que no les parecerá poca cosa”. Riabkov enfatizó que los adversarios están subestimando gravemente el peligro de este juego y alertó que tal entrega podría desencadenar un conflicto directo entre Rusia y las naciones de la OTAN.
Por su parte, Vladímir Putin, al comentar la potencial adquisición de los Tomahawk por parte de Kiev, anunció medidas de respuesta concretas. Estas se centrarán en el fortalecimiento de los sistemas de defensa antiaérea (PVO) de la Federación Rusa. Además, desestimó las declaraciones de Zelenski sobre posibles ataques al Kremlin, tildándolas de ser parte “no solo de un chantaje, sino también de una bravuconada”. La capacidad de alcance de los misiles Tomahawk, que puede llegar hasta los 2500 kilómetros, convierte a numerosos objetivos dentro del territorio ruso en blancos potencialmente vulnerables. Se estima que esta amenaza podría afectar hasta 2000 instalaciones militares.
El presidente Zelenski, no obstante, ha ofrecido garantías de que, si Ucrania recibe finalmente estos misiles, serán dirigidos exclusivamente contra objetivos militares. La situación actual se configura como un nudo gordiano de alta complejidad geopolítica, donde cada pronunciamiento actúa como un catalizador que obliga a reevaluar el estado actual de las hostilidades. La decisión de Trump, aunque todavía no es definitiva, ya ha generado una fuerte conmoción y resonancia en la comunidad internacional, marcando un punto de inflexión en la escalada armamentística.