Las devastadoras inundaciones repentinas que azotaron las islas indonesias de Bali y Flores entre el 9 y el 10 de septiembre de 2025 han cobrado al menos 20 vidas, con numerosas personas aún desaparecidas. La Agencia Nacional de Mitigación de Desastres (BNPB) informó que las intensas lluvias durante estos dos días desencadenaron los catastróficos eventos, subrayando la creciente vulnerabilidad de la región a fenómenos meteorológicos extremos.
En Bali, la capital, Denpasar, sufrió lo peor del diluvio, con lluvias torrenciales continuas que provocaron el colapso de edificios, resultando en cuatro muertes. La región de Jembrana también reportó dos fallecimientos, lo que obligó a la evacuación de 85 residentes cuyas casas quedaron sumergidas. El acceso al aeropuerto internacional de Bali, cerca de Denpasar, se vio gravemente obstaculizado, con carreteras transitables solo para vehículos pesados como camiones.
La isla de Flores, situada en la provincia de Nusa Tenggara Oriental, experimentó una devastación similar en el distrito de Nagekeo. Aquí, cuatro personas perdieron la vida y otras cuatro fueron reportadas como desaparecidas. Las inundaciones arrastraron a aldeanos y vehículos, destruyeron infraestructuras cruciales, incluyendo dos puentes, y causaron daños significativos a oficinas gubernamentales, plantaciones y tierras agrícolas.
La magnitud del desastre requirió una operación de rescate y socorro a gran escala, en la que participaron más de 600 efectivos de diversas agencias, incluyendo la policía y el ejército. En Bali, más de 500 personas fueron reubicadas a refugios temporales como escuelas y mezquitas. En Flores, 256 residentes desplazados encontraron refugio en el salón del pueblo de Nelemawangi.
El impacto en la infraestructura fue sustancial. Las principales carreteras en Bali, incluidas las que conducen al aeropuerto internacional, quedaron intransitables. En Flores, 18 aldeas se vieron afectadas, con servicios de carretera y comunicación gravemente interrumpidos.
La intensificación de tales eventos meteorológicos extremos se relaciona cada vez más con el cambio climático. Si bien la temporada de monzones de Indonesia generalmente se extiende de noviembre a abril, trayendo consigo el riesgo de deslizamientos de tierra e inundaciones, el cambio climático está alterando estos patrones. Esto resulta en lluvias más intensas y una mayor frecuencia de inundaciones repentinas, una tendencia observada en todo el archipiélago.
La investigación indica que el clima de Indonesia está experimentando cambios significativos, con una temporada de lluvias más larga y un aumento en los eventos de lluvia extrema en ciertas áreas, lo que contribuye al mayor riesgo de desastres hidrometeorológicos. La vulnerabilidad del país al cambio climático se ve agravada por su geografía como archipiélago con una larga costa, lo que lo hace susceptible al aumento del nivel del mar y a eventos climáticos extremos.
El gobierno indonesio, a través de la BNPB, ha estado activamente involucrado en la gestión de desastres, con el presidente Prabowo Subianto ordenando respuestas rápidas y efectivas a la crisis. Los esfuerzos de socorro incluyen la distribución de bienes y equipos esenciales, y la agencia se ha comprometido a apoyar la reparación de viviendas dañadas. El gobierno australiano también ha ofrecido asistencia, proporcionando paquetes de alimentos de emergencia y kits de higiene a través de la Cruz Roja indonesia.
Los eventos sirven como un crudo recordatorio de la interconexión de los patrones climáticos globales y los impactos locales, destacando la necesidad de estrategias continuas de adaptación y mitigación para construir resiliencia contra futuros eventos meteorológicos extremos.