El panorama político francés se encuentra sumido en una profunda agitación tras el colapso del gobierno del Primer Ministro François Bayrou el 2 de septiembre de 2025. La crisis se desencadenó por un voto de censura motivado por un paquete de medidas de austeridad, que incluían la controvertida propuesta de eliminar dos días festivos nacionales. La inestabilidad se intensificó con protestas generalizadas en todo el país, bajo el lema "Bloquons tout" (Bloquémoslo todo), reflejando un profundo descontento social.
El 3 de septiembre, el Presidente Emmanuel Macron nombró a Sébastien Lecornu como el nuevo Primer Ministro. Lecornu, de 39 años y anteriormente Ministro de las Fuerzas Armadas, se enfrenta al desafío inmediato de estabilizar el país y buscar consensos en un parlamento fragmentado. Su nombramiento llega en un momento de extrema tensión, y aunque se le considera una apuesta por la continuidad, su gestión se desarrollará en un contexto de profunda división política.
Las protestas, que comenzaron de forma descentralizada y se organizaron principalmente a través de las redes sociales, han sido comparadas con el movimiento de los "Chalecos Amarillos" de 2018. Sin embargo, se observa una mayor inclinación hacia la izquierda en las convocatorias actuales, con el apoyo de partidos y sindicatos de izquierda. El 10 de septiembre, las manifestaciones en París alcanzaron un punto álgido, con intentos de bloquear el periférico y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Se reportaron 65 arrestos en la capital, con un despliegue de 6.000 agentes policiales. Los manifestantes utilizaron mobiliario urbano contra las líneas policiales, lo que provocó el uso de gases lacrimógenos.
El Ministro del Interior saliente, Bruno Retailleau, un político conservador conocido por su postura firme en materia de orden público y sus políticas restrictivas en inmigración, condenó la violencia y acusó a facciones de "ultraizquierda violenta" de secuestrar el movimiento. Retailleau, quien recientemente asumió la presidencia del partido Los Republicanos, ha abogado por un enfoque de "civilización" contra el "wokismo" y ha sido crítico con la inmigración, abogando por "menos inmigración, más seguridad".
Las medidas de austeridad propuestas por el gobierno de Bayrou, destinadas a reducir la abultada deuda nacional de Francia, que superaba los 3 billones de euros a principios de 2025 (equivalente al 114% del PIB), han sido el catalizador de este malestar. El déficit presupuestario, que se situaba en un 5.8% del PIB, muy por encima del límite del 3% de la Unión Europea, también subraya la urgencia de las políticas fiscales. La eliminación de dos días festivos, además de recortes en el gasto social, ha sido vista por muchos como una carga desproporcionada sobre la población.
La situación política en Francia refleja una desconexión entre la ciudadanía y sus representantes. La incapacidad de los sucesivos gobiernos para lograr mayorías estables y la persistencia de políticas de austeridad, a pesar de su impopularidad, generan un ciclo de desconfianza. La incertidumbre sobre la dirección futura de Francia es palpable, con el país en una encrucijada que definirá sus políticas económicas y su estabilidad social en los próximos años.