La nación cubana atraviesa una severa crisis energética, caracterizada por apagones generalizados y prolongados que han alterado la vida cotidiana, la economía y las actividades sociales en toda la isla. El Sistema Eléctrico Nacional (SEN) ha sufrido colapsos recurrentes, siendo el más reciente el ocurrido el 10 de septiembre de 2025, que dejó a toda Cuba sin electricidad. Este evento marca el quinto apagón nacional desde finales de 2024 y el segundo en 2025, evidenciando la fragilidad de la infraestructura energética cubana.
En muchas regiones, los cortes de luz alcanzan hasta 20 horas diarias, mientras que en la capital, La Habana, las interrupciones se sitúan entre 4 y 5 horas. La situación ha provocado la postergación de actividades deportivas, educativas y laborales, generando un profundo malestar social y económico. La causa principal de esta crisis radica en la obsolescencia de las plantas termoeléctricas, muchas de las cuales superan las cuatro décadas de operación y carecen de piezas de repuesto esenciales. A esto se suma una crónica escasez de combustible, exacerbada por la falta de divisas para su importación.
Expertos independientes estiman que se necesitarían entre 8.000 y 10.000 millones de dólares para revitalizar el sistema eléctrico, una suma inalcanzable para la economía actual del país. El gobierno cubano, por su parte, señala el impacto de las sanciones estadounidenses como un factor determinante en la asfixia energética de la isla. La economía cubana ya venía de una contracción del 1.1% en 2024, con una caída acumulada del 11% en los últimos cinco años, y las proyecciones para 2025 indican un PIB negativo.
Los apagones paralizan la producción, dañan alimentos y afectan servicios básicos, dificultando la operación de negocios privados que dependen de generadores y combustible escaso y costoso en el mercado informal. Los hoteles turísticos, aunque cuentan con sistemas de autosuficiencia, ven limitadas sus operaciones al no poder garantizar servicios externos a los huéspedes. La población sufre las consecuencias directas: alimentos que se echan a perder, interrupciones en el suministro de agua potable dependiente de bombas eléctricas, y condiciones insoportables para ancianos y niños.
En un esfuerzo por mitigar la crisis, se han anunciado planes para recuperar el sistema electroenergético nacional (SEN) en 2025. Estos planes incluyen la recuperación de generación en termoeléctricas que usan combustible nacional, el aumento de la generación distribuida y la incorporación de fuentes renovables, especialmente la energía solar fotovoltaica. Se prevé la instalación de nuevos parques solares y sistemas fotovoltaicos domésticos, con el objetivo de aumentar la capacidad de generación. Sin embargo, la intermitencia de la energía solar y la magnitud de los problemas estructurales plantean un desafío considerable para lograr una mejora sustancial y sostenible en el corto plazo.
La recuperación total del sistema eléctrico cubano requeriría una inversión masiva y un acceso constante a combustibles y repuestos, elementos que actualmente son difíciles de garantizar en el contexto económico y político que atraviesa la isla.