El Kremlin ha reafirmado su determinación de continuar las operaciones militares en Ucrania, citando intereses nacionales y objetivos a largo plazo como la principal motivación. Esta postura firme surge como respuesta directa a los comentarios del presidente de EE. UU., Donald Trump, quien expresó su confianza en la capacidad de Ucrania para recuperar su territorio y criticó duramente la capacidad militar y la situación económica de Rusia, calificándola de "tigre de papel". En respuesta a estas declaraciones, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, comparó a Rusia con un "oso", desestimando la idea de que Ucrania pueda recuperar los territorios ocupados. Peskov también señaló que los resultados de una cumbre reciente entre Trump y el presidente ruso, Vladimir Putin, produjeron "casi cero" resultados. La retórica de Trump, que incluye la sugerencia de que Ucrania podría recuperar todo su territorio perdido con el apoyo de la Unión Europea y la OTAN, marca un cambio significativo respecto a sus posturas anteriores, que a menudo insinuaban la necesidad de concesiones territoriales por parte de Ucrania para alcanzar la paz.
El Kremlin, por su parte, ha defendido la resiliencia económica de Rusia y ha descrito sus avances en Ucrania como deliberados y cuidadosos para minimizar las pérdidas. La situación se ve agravada por un aumento de las acciones militares rusas, incluyendo violaciones del espacio aéreo de países de la OTAN como Estonia y Polonia. La OTAN ha respondido reafirmando su compromiso con el Artículo 5 y prometiendo una respuesta "sólida" a estas provocaciones. Incidentes como la perturbación del GPS de un avión militar español cerca de Kaliningrado, atribuida a Rusia, y las crecientes incursiones aéreas en países bálticos y nórdicos, subrayan la volatilidad de la región. Estonia ha sido particularmente vocal, reportando múltiples violaciones de su espacio aéreo este año y pidiendo una mayor presión política y económica sobre Rusia.
Paralelamente, Ucrania ha intensificado sus ataques con drones contra instalaciones industriales rusas, incluyendo una planta petroquímica en Bashkortostan. Estos ataques, que han afectado a una parte significativa de la capacidad de refinación de petróleo de Rusia, buscan ejercer presión económica sobre Moscú, especialmente en un contexto de precios del petróleo a la baja. Los analistas señalan que estos ataques están comenzando a tener un impacto medible en la economía rusa, afectando las exportaciones de diésel y generando escasez de gasolina en algunas regiones. La estrategia ucraniana parece enfocarse en desmantelar la capacidad de refinación rusa, creando disrupciones en la cadena de suministro energético y ejerciendo una presión económica que complementa los esfuerzos militares.
Las conversaciones de paz entre Rusia y Ucrania permanecen estancadas, mientras que las tensiones entre Rusia y la OTAN continúan escalando. La postura firme del Kremlin, combinada con las declaraciones de Trump y las acciones militares en curso, crea un panorama geopolítico complejo y de alta tensión en Europa Oriental.