El análisis de las muestras traídas a la Tierra por la misión OSIRIS-REx de la NASA desde el asteroide Bennu ha revelado la presencia de componentes fundamentales para la vida. Estos hallazgos, publicados en prestigiosas revistas científicas, confirman que Bennu alberga una rica diversidad de compuestos orgánicos y minerales, incluyendo 14 de los 20 aminoácidos esenciales para la vida en nuestro planeta y los cinco nucleobases que forman el ADN y el ARN.
Estos descubrimientos sugieren que asteroides como Bennu pudieron haber desempeñado un papel crucial en la entrega de los elementos básicos para la vida a la Tierra primitiva. La detección de fosfatos solubles en agua en las muestras indica que el cuerpo parental de Bennu pudo haber albergado agua líquida en el pasado, creando un entorno propicio para la química prebiótica. Además, la abundancia de amoníaco y formaldehído en las muestras apunta a condiciones favorables para la formación de moléculas complejas, como los aminoácidos.
Investigaciones recientes, que utilizan datos del Telescopio Espacial James Webb (JWST), sugieren que Bennu y Ryugu, otro asteroide visitado por la misión Hayabusa2 de Japón, podrían tener un origen común. Los análisis espectrales comparativos indican que ambos asteroides son fragmentos de un mismo asteroide progenitor que se desintegró hace miles de millones de años. Esta conexión podría arrojar luz sobre la formación y dispersión de familias de asteroides en nuestro sistema solar.
La misión OSIRIS-REx, que devolvió 121.6 gramos de material de Bennu en septiembre de 2023, es un hito en la exploración espacial. Las misiones de retorno de muestras de asteroides son vitales para comprender el sistema solar temprano, ya que proporcionan una cápsula del tiempo de los materiales disponibles antes de la formación de los planetas. A diferencia de los meteoritos, que pueden alterarse al caer en la Tierra, las muestras prístinas de Bennu permiten a los científicos estudiar la composición química y mineralógica sin contaminación terrestre.
Estos hallazgos no solo reescriben nuestro conocimiento sobre los inicios de nuestro sistema solar, sino que también refuerzan la idea de que los ingredientes esenciales para la vida podrían estar distribuidos por todo el cosmos, planteando la intrigante cuestión de por qué la Tierra es, hasta ahora, el único hogar conocido de la vida.