Aumentan las preocupaciones ambientales a medida que los lanzamientos de cohetes y las reentradas de satélites aumentan, lo que podría afectar la atmósfera terrestre

La industria espacial está experimentando un rápido crecimiento, con lanzamientos de cohetes que casi se han triplicado en los últimos 15 años y despliegues de satélites que se han multiplicado por diez. Este aumento genera preocupaciones ambientales significativas, especialmente en relación con las emisiones de cohetes y los efectos atmosféricos de los satélites que se queman al reingresar.

Según Statista, la cantidad de cohetes lanzados anualmente ha aumentado drásticamente, y se han presentado solicitudes de espectro satelital para 1 millón de satélites ante la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Los expertos anticipan que para finales de esta década, alrededor de 100,000 naves espaciales podrían orbitar la Tierra, principalmente de proyectos de megaconstelaciones como Starlink de SpaceX. Se proyecta que la cantidad anual de desechos espaciales que reingresan a la atmósfera terrestre supere las 3,300 toneladas.

Las tecnologías de cohetes actuales utilizan principalmente combustibles fósiles, emitiendo hollín que podría elevar las temperaturas en la atmósfera superior, mientras que la incineración de satélites libera óxidos de aluminio, que amenazan la capa de ozono. Un estudio publicado en la revista Geophysical Research Letters indicó que las concentraciones de óxidos de aluminio en la mesosfera y la estratosfera podrían aumentar en un 650 % en las próximas décadas, lo que podría conducir a una disminución significativa de la capa de ozono.

Investigaciones de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) corroboraron estos hallazgos, vinculando el aumento de las emisiones de hollín de los lanzamientos de cohetes con una mayor degradación de la capa de ozono. Además, la acumulación de desechos de satélites en las capas atmosféricas superiores plantea preocupaciones sobre su impacto ambiental a largo plazo, ya que las partículas pueden permanecer suspendidas durante hasta 200 años.

Los expertos abogan por una acción inmediata para mitigar estas amenazas ambientales, enfatizando la necesidad de regulaciones que rijan las emisiones de cohetes y las reentradas de satélites. Actualmente, la contaminación del aire de los lanzamientos de cohetes no está sujeta a regulaciones, lo que ha llevado a organizaciones como Public Interest Research Groups (PIRG) a pedir una pausa en los lanzamientos de megaconstelaciones hasta que se evalúen adecuadamente los impactos ambientales.

En un desarrollo relacionado, el cohete Vulcan Centaur experimentó una pérdida de boquilla durante su segundo vuelo el 4 de octubre de 2024. Si bien el incidente causó una ligera disminución en el rendimiento, United Launch Alliance (ULA) informó que el vehículo continuó su ascenso con éxito. Tory Bruno, CEO de ULA, confirmó que la pérdida de la boquilla no comprometió el éxito general de la misión, aunque las implicaciones para la certificación por parte de la Fuerza Espacial de EE. UU. siguen siendo inciertas.

A medida que la industria espacial se expande, la necesidad de regulaciones ambientales completas y evaluaciones se vuelve cada vez más urgente para prevenir una posible crisis ambiental relacionada con los lanzamientos de cohetes y las operaciones satelitales.

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