Carlos III reorganiza la monarquía: Despojo de títulos al Príncipe Andrés y desalojo de Royal Lodge

El Rey Carlos III ha puesto en marcha un proceso formal y definitivo para despojar a su hermano, el Príncipe Andrés, de la totalidad de sus honores, rangos y títulos reales, incluyendo la dignidad de Duque de York. Esta acción subraya la intención del monarca de modernizar y sanear la imagen de la institución. Paralelamente a esta drástica medida, se le ha notificado la obligación de rescindir el contrato de arrendamiento y abandonar su residencia, la histórica Royal Lodge, ubicada en el recinto del Castillo de Windsor. A partir de ahora, según la comunicación oficial emitida por el Palacio de Buckingham, el Príncipe Andrés deberá ser conocido exclusivamente como Andrew Mountbatten-Windsor, marcando su retiro de la vida pública y oficial de la realeza.

Esta determinación, respaldada por el monarca y consensuada por toda la familia real, incluido el heredero al trono, el Príncipe Guillermo, surge como respuesta directa a la persistente controversia pública generada por los vínculos pasados del Príncipe Andrés con el financiero convicto Jeffrey Epstein. El escándalo ha provocado un resonante eco social que la Corona ya no podía ignorar. Si bien el Príncipe Andrés mantiene su negación categórica ante las graves acusaciones de abuso sexual, particularmente las presentadas por Virginia Giuffre, la Casa Real ha considerado que estas acciones son imperativas para salvaguardar la integridad institucional de la monarquía y restaurar la confianza del público. El Palacio también aprovechó la ocasión para manifestar su más profunda solidaridad y empatía hacia las víctimas de cualquier forma de violencia, distanciándose de las controversias personales del príncipe.

Además de la pérdida de sus distinciones y privilegios, Andrew Mountbatten-Windsor recibió la notificación formal de la terminación de su contrato de alquiler de Royal Lodge, un lugar que ha sido su hogar y residencia principal durante más de dos décadas. Se espera que el antiguo duque se traslade a una vivienda privada diferente, lejos de las propiedades principales de la Corona. En un movimiento relacionado, su exesposa, Sarah Ferguson, también ha accedido a renunciar al uso del título de Duquesa de York y buscará alojamiento por su cuenta, separando aún más sus asuntos de la familia real. Es importante destacar que los títulos de sus hijas, las Princesas Beatriz y Eugenia, no se verán afectados por estas decisiones y permanecen inalterados, manteniendo su posición dentro de la línea de sucesión y la familia.

Este movimiento estratégico representa un punto de inflexión significativo en la gestión de las crisis internas que afectan a la monarquía británica, señalando una postura más firme y decidida de Su Majestad para resolver asuntos contenciosos y limpiar la imagen de la institución. La transferencia del control de esta residencia, una propiedad majestuosa valorada en aproximadamente 30 millones de libras esterlinas, podría interpretarse como una señal de la creciente presión ejercida sobre la Corona para demostrar responsabilidad financiera y eficiencia en la administración de sus bienes. Esto podría potencialmente convertir activos de uso personal en parte del Patrimonio de la Corona (Crown Estate), optimizando el uso de los recursos reales.

La situación sigue captando una intensa atención mediática y social, tanto en el Reino Unido como a nivel internacional. En particular, el grupo antimonárquico Republic ya ha instruido a sus asesores legales para que examinen minuciosamente los aspectos jurídicos de la respuesta de la Corona ante este escándalo. Este escrutinio legal subraya la seriedad con la que se perciben estos cambios y la necesidad de transparencia en las decisiones reales, indicando que las acciones de Carlos III serán vigiladas de cerca por aquellos que buscan una reforma o abolición de la monarquía.