Un innovador estudio del Instituto Francis Crick ha descubierto que las propias contracciones del corazón, también conocidas como latidos, proporcionan las señales biológicas esenciales que dirigen su desarrollo en un órgano funcional. La investigación, centrada en corazones de pez cebra por su similitud con los corazones humanos, podría ofrecer nuevas perspectivas sobre las afecciones cardíacas congénitas.
Utilizando tecnología avanzada de imagen 4D, los científicos observaron que las estructuras musculares del corazón, llamadas trabéculas, crecen mediante el reclutamiento de células vecinas, un proceso que difiere de la división celular previamente asumida. Un hallazgo clave es un bucle de retroalimentación donde las contracciones cardíacas ablandan las células miocárdicas, permitiendo la expansión de las cámaras del corazón y un aumento en su capacidad de llenado de sangre. Este mecanismo actúa como un regulador del crecimiento, asegurando que el corazón alcance un tamaño óptimo.
Toby Andrews, autor principal del estudio, destacó la adaptabilidad del corazón, afirmando: "Lo que estamos descubriendo es que el corazón no está simplemente preprogramado, sino que exhibe una adaptabilidad inteligente a las necesidades fisiológicas". Esta plasticidad es crucial para entender las enfermedades cardíacas del desarrollo y ofrece potencial para nuevas terapias que imiten estos procesos naturales de crecimiento para reparar corazones dañados.
La Dra. Rashmi Priya, jefa del Laboratorio de Morfodinámica de Órganos en el Crick, subrayó la relevancia clínica de esta investigación, señalando que la comprensión de la formación de las trabéculas es vital para abordar las enfermedades cardíacas que se originan en anomalías del desarrollo. La investigación, financiada por la British Heart Foundation, redefine al corazón como un arquitecto activo de su propia forma y función, alineándose con estudios previos que demuestran el papel de las fuerzas mecánicas en la morfogénesis cardíaca.