Los analistas meteorológicos están siguiendo de cerca una probabilidad considerable, calculada por el Centro de Predicción Climática (CPC) de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), de que el sistema transite hacia un estado neutral de El Niño-Oscilación del Sur (ENSO). Esta transición se estima en aproximadamente un 55% de posibilidades y ocurriría entre enero y marzo de 2026. Este pronóstico surge después de que la configuración climática de La Niña se estableciera para el inicio de la temporada invernal 2025-2026.
Las condiciones de La Niña se manifestaron en septiembre de 2025, caracterizadas por temperaturas de la superficie del mar (TSM) más frías de lo normal en las regiones central y oriental del Pacífico ecuatorial. El CPC anticipa que las probabilidades de La Niña rondarán el 75% al comienzo del invierno, disminuyendo a menos del 60% hacia finales de la estación, lo que sugiere que este patrón será transitorio y de baja intensidad. Aunque esta oscilación oceánica y atmosférica recurrente es un motor clave en la reconfiguración del clima mundial, su debilidad proyectada reduce la probabilidad de que se presenten los impactos climáticos más severos y típicos.
La aparición de este fenómeno se inscribe dentro del ciclo climático conocido, donde La Niña representa la fase fría, opuesta a El Niño. La clasificación oficial de La Niña requiere que las anomalías de las TSM en la región Niño-3.4 se mantengan en o por debajo de -0.5°C durante cinco períodos consecutivos y superpuestos de tres meses. Los datos recientes confirman la presencia de estas condiciones, con el índice semanal más reciente de Niño-3.4 situándose exactamente en -0.5°C. Los expertos en pronóstico esperan que el patrón se mantenga débil, lo que se define por anomalías de TSM que oscilan entre -0.5°C y -0.9°C. Si bien las señales climáticas predecibles seguirán orientando las previsiones, la fiabilidad de los resultados esperados es menor en comparación con un evento de mayor magnitud.
En lo que respecta a Norteamérica, la configuración de una La Niña de baja intensidad anticipa una temporada volátil, marcada por frecuentes desplazamientos de la corriente en chorro. Históricamente, La Niña ha tendido a generar condiciones más frías y con mayor actividad de tormentas en las zonas septentrionales, contrastando con un clima más templado y seco en el sur. Específicamente, se prevé que el Noroeste del Pacífico y las elevaciones superiores de las cordilleras del norte reciban precipitaciones superiores a la media y acumulaciones significativas de nieve. Esto se debe a la acción de sistemas de tormentas que provienen frecuentemente del Golfo de Alaska. Por otro lado, las regiones que abarcan el suroeste y el sureste de los Estados Unidos se inclinarán hacia tendencias más cálidas y notablemente más secas, manteniendo viva la posibilidad de que la sequía persista en el Suroeste.
La influencia de esta oscilación se extiende a escala global. En Europa, la respuesta atmosférica está mediada por las alteraciones en la Oscilación del Atlántico Norte. Esto podría traducirse en un clima más suave y húmedo para los límites noroccidentales del continente. Mientras tanto, los sectores centrales y orientales podrían experimentar episodios de temperaturas más bajas y una disminución en la humedad. Adicionalmente, Asia Oriental, especialmente las áreas adyacentes al Mar de Japón, debe prepararse para un aumento en las irrupciones de aire gélido, lo que podría resultar en nevadas más intensas de lo habitual. La velocidad con la que se produzcan los cambios en las TSM del Pacífico ecuatorial sigue siendo un indicador crucial para los meteorólogos, ya que un enfriamiento rápido suele consolidar el pronóstico de La Niña antes de que finalice el otoño.