La temporada de huracanes del Atlántico para 2025 se perfila como un escenario de notable actividad, influenciada directamente por las complejas fluctuaciones del Fenómeno El Niño-Oscilación del Sur (ENSO). Este ciclo climático, que alterna entre fases cálidas (El Niño) y frías (La Niña), ejerce un control significativo sobre las condiciones atmosféricas que favorecen o inhiben la formación de ciclones tropicales. Tradicionalmente, El Niño incrementa la cizalladura del viento en altura, un factor que tiende a desmantelar las estructuras de las tormentas, mientras que La Niña reduce esta cizalladura, creando un ambiente más propicio para la intensificación de las depresiones.
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) ha emitido una proyección que anticipa una temporada superior al promedio, un reflejo de la energía térmica acumulada en las aguas oceánicas. Las temperaturas superficiales del mar en el Atlántico se mantienen inusualmente elevadas, proporcionando el combustible esencial para el desarrollo de sistemas potentes. A estos factores oceánicos se suma una actividad notable en el Monzón de África Occidental, que impulsa la formación de ondas tropicales que pueden cruzar el Atlántico y convertirse en ciclones. La NOAA estima una probabilidad del 56% de que las condiciones ENSO se mantengan neutrales durante los meses pico de la temporada.
La predicción actualizada de la NOAA es contundente: se esperan entre 13 y 18 tormentas con nombre, de las cuales entre 5 y 9 evolucionarán a huracanes. Más preocupante es la estimación de que entre 2 y 5 de estos sistemas alcanzarán la categoría de huracán mayor, es decir, de categoría 3 o superior en la escala Saffir-Simpson. Estos rangos se sitúan cerca o por encima de los promedios históricos del período 1991-2020, que incluyen aproximadamente 14 tormentas con nombre, 7 huracanes y 3 huracanes intensos.
Este panorama exige una reevaluación constante de la preparación comunitaria. El entendimiento de estas fuerzas mayores invita a una postura de atención serena y proactiva. Reconocer la interconexión entre los patrones oceánicos globales y los eventos locales permite a las comunidades alinear sus recursos y planes con la realidad energética del momento. Los expertos subrayan que la persistencia de aguas cálidas, incluso en fases de transición de ENSO, amplifica el potencial destructivo, lo que subraya la necesidad de mantener actualizados y accesibles los protocolos de emergencia para todos los residentes.