Un incendio forestal de gran magnitud continúa activo en el Parque Nacional Quebrada del Cóndorito, Argentina, cumpliendo su quinto día ininterrumpido de actividad desde que se originó el viernes 10 de octubre de 2025. Las llamas han consumido ya más de 4,500 hectáreas de pastizales nativos y formaciones boscosas cruciales para el ecosistema local. Las investigaciones preliminares indican que el siniestro comenzó a raíz de un percance con un vehículo en la ruta de las Altas Cumbres, un corredor vital en la región.
El combate contra el fuego moviliza a un contingente de más de 220 profesionales, incluyendo bomberos voluntarios, brigadistas de Parques Nacionales y personal del Plan Provincial de Manejo del Fuego, enfrentándose a una geografía notoriamente compleja y de difícil acceso. El apoyo aéreo es fundamental, con siete aeronaves bombarderas de agua y tres helicópteros operando en el terreno. Durante el fin de semana, las condiciones meteorológicas adversas, con ráfagas de viento que superaron los 30 kilómetros por hora, forzaron la detención preventiva de las operaciones aéreas, un factor que dictó el ritmo de la respuesta inicial.
Las autoridades han mantenido el Parque Nacional cerrado al público para permitir el despliegue estratégico de los equipos y facilitar el inicio del proceso de recuperación del ecosistema. Esta área protegida es un santuario irremplazable para el Cóndor Andino, especie emblemática y protegida, cuya salud ecológica es un barómetro del equilibrio regional. La magnitud del daño ha generado gran preocupación entre especialistas, quienes advierten que la regeneración de la flora clave en estos ecosistemas de altura puede tardar décadas.
Estudios previos sobre eventos similares en los Andes sugieren que la pérdida de cobertura vegetal puede incrementar la erosión del suelo hasta en un 40% durante el primer año post-incendio, complicando la recuperación de la fauna endémica que depende de la estabilidad de los pastizales de altura. La respuesta actual exige una visión que se centre no solo en la extinción de los focos activos, sino también en la restauración activa, entendiendo la vulnerabilidad de estos hábitats a las explosiones térmicas.