Los agricultores de maíz en Estados Unidos se enfrentan a los crecientes efectos del cambio climático, a pesar de que las proyecciones para 2025 apuntan a una cosecha récord. El Departamento de Agricultura de EE. UU. (USDA) anticipa una producción de 16.700 millones de bushels, un aumento significativo respecto al año anterior. Sin embargo, las condiciones climáticas extremas, como las temperaturas nocturnas elevadas y los patrones de lluvia erráticos, están afectando la polinización del maíz, resultando en espigas incompletas y granos faltantes.
Un fenómeno observado es el "tight tassel wrap", donde el calor excesivo acelera el crecimiento de la espiga, impidiendo la liberación adecuada del polen. Este problema ha sido reportado en varias regiones del Medio Oeste y las Llanuras. Investigaciones previas sugieren que, si bien las temperaturas diurnas más cálidas han sido beneficiosas en algunas áreas, el aumento de la evaporación también protege al cultivo del calor extremo, estimulando el rendimiento. No obstante, otros estudios advierten que la producción de maíz en EE. UU. podría disminuir hasta un 30% en los próximos 50 años si las temperaturas continúan aumentando al ritmo actual, afectando la disponibilidad de agua y generando estrés en las plantas.
Ante este escenario, los agricultores están adoptando estrategias de adaptación, como la siembra de variedades de maíz de ciclo más corto, diseñadas para resistir vientos fuertes y requerir menos agua. Estas adaptaciones son cruciales dado que el maíz es un cultivo fundamental para la seguridad alimentaria y la economía estadounidense, representando aproximadamente el 40% de la producción mundial.
El USDA, en sus informes de oferta y demanda, ha ajustado las proyecciones para la campaña 2025/26, indicando un aumento en el área sembrada y una producción récord. Por ejemplo, un informe de agosto de 2025 proyectó un rendimiento promedio de 188.8 bushels por acre. Sin embargo, otros análisis sugieren que el USDA podría necesitar reducir estas estimaciones, anticipando una producción de 15.748 millones de bushels. Esta variabilidad en las proyecciones subraya la incertidumbre inherente a la agricultura frente a un clima cambiante.
La resiliencia del cultivo de maíz y, por ende, la seguridad alimentaria, dependen en gran medida de la capacidad de los agricultores para innovar y adaptarse. La diversidad de semillas, las prácticas agrícolas tradicionales y la investigación científica son pilares para enfrentar los desafíos del cambio climático y asegurar la continuidad de esta vital producción.