Una hipótesis arqueológica, apoyada por tecnología satelital y la reinterpretación de textos antiguos, sugiere que el Jardín del Edén bíblico podría haber estado ubicado en la región que hoy yace sumergida bajo el Golfo Pérsico.
Esta teoría, propuesta por el arqueólogo Juris Zarins, sostiene que el Edén se encontraba en el área que actualmente ocupa el Golfo Pérsico, una zona que quedó inundada al finalizar la última Edad de Hielo. La base de esta teoría se encuentra en la descripción bíblica de un río que fluía desde el Edén para regar el jardín, dividiéndose luego en cuatro cabezas: el Tigris, el Éufrates, el Pisón y el Güijón. Mientras que el Tigris y el Éufrates son ríos bien identificados, el Pisón y el Güijón han permanecido esquivos. El arqueólogo bíblico James Sauer sugiere que el Pisón podría corresponder al Wadi al-Batin, un sistema fluvial hoy seco, cuyas antiguas cauces han sido revelados por imágenes satelitales bajo las arenas del desierto. Zarins, por su parte, asocia el Güijón con el río Karun de Irán.
La teoría de Zarins, respaldada por imágenes de radar satelital, identifica antiguos lechos de ríos que una vez cruzaron el centro y sur de Arabia, desembocando en el golfo. Si estas conclusiones son correctas, el Edén habría estado estratégicamente situado en la confluencia de estos cuatro ríos, un punto geográfico ahora oculto bajo el mar. Este escenario se alinea con la comprensión de que el Golfo Pérsico, durante la última Edad de Hielo, era una tierra fértil y una vasta llanura que se extendía hasta el océano Índico. El aumento del nivel del mar, resultado del deshielo de los glaciares, provocó la inundación de esta región hace aproximadamente 8,000 años, un evento que coincide con la teoría de la Transgresión Flandriana.
Investigaciones recientes, como las publicadas en el Journal of Quaternary Science, han revelado evidencia de agricultura temprana en la región del Golfo Pérsico que data de hace más de 10,000 años, intensificándose hace unos 9,200 años, en coincidencia con cambios climáticos significativos y una gran inundación. Estos hallazgos subrayan la profunda influencia del clima en la configuración de los asentamientos humanos antiguos en esta área crítica.
No obstante, una parte considerable de la comunidad académica mantiene la postura de que el Edén fue un paraíso alegórico, simbolizando la inocencia y la responsabilidad moral, en lugar de una ubicación geográfica literal. Otros académicos sugieren que la narrativa del Edén podría haberse inspirado en la exuberante fertilidad de la antigua Mesopotamia, particularmente en sus marismas, que dieron origen a civilizaciones avanzadas y jardines legendarios, consolidando la región como la "cuna de la civilización".