El 10 de octubre de 2025 quedó marcado en la historia financiera como la jornada de mayor derrumbe en un solo día que haya experimentado el mercado de criptomonedas. El catalizador directo de esta caída sin precedentes fue el anuncio realizado por el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, referente a la imposición de un arancel del cien por cien sobre todas las importaciones provenientes de China. Esta medida, programada para entrar en vigor el 1 de noviembre de 2025, se presentó como una respuesta directa a las recientes restricciones a la exportación de minerales de tierras raras impuestas por Pekín, elementos cruciales para las industrias de alta tecnología. La declaración política generó una retirada inmediata y masiva de capital de los activos considerados de riesgo.
Las repercusiones para los activos digitales fueron dramáticas y cuantificables. La capitalización total del mercado de criptodivisas se redujo en aproximadamente 560 mil millones de dólares, cayendo desde un nivel de 4,30 billones de dólares hasta los 3,74 billones de dólares. Bitcoin (BTC) experimentó una volatilidad extrema, desplomándose desde un máximo de 125.000 dólares hasta un mínimo de 102.000 dólares en el peor momento. Aunque posteriormente encontró soporte y logró estabilizarse cerca de los 113.000 dólares, su descenso diario se fijó en un 8%. Ethereum (ETH) sufrió una corrección aún más severa, perdiendo más del 12% de su valor. De manera similar, otras altcoins prominentes, como Solana (SOL) y XRP, registraron pérdidas sustanciales. Esta turbulencia extrema culminó en la liquidación forzosa de posiciones apalancadas por un valor superior a los 19 mil millones de dólares, estableciendo un lamentable récord histórico.
Este episodio puso de manifiesto la intrínseca y estrecha conexión que existe entre los activos digitales y las decisiones geopolíticas y macroeconómicas a nivel global. Los analistas coinciden en que los colapsos provocados por las guerras comerciales son un ejemplo clásico del efecto dominó: la incertidumbre política obliga a los participantes del mercado a buscar refugio en instrumentos tradicionalmente considerados seguros, como el dólar, el oro y el petróleo, lo que inevitablemente provoca la devaluación de los activos de riesgo. Sin embargo, en medio del pánico generalizado, los grandes actores institucionales interpretaron la brusca caída como una oportunidad propicia para la acumulación de activos. Esta acción sugiere una firme creencia en la solidez a largo plazo de los fundamentos subyacentes de las criptomonedas.
Los expertos advierten que el ecosistema criptográfico exhibe ahora una sensibilidad exacerbada a las declaraciones de los líderes mundiales, lo que exige una mayor vigilancia y una gestión de liquidez más cautelosa por parte de los inversores. La capacidad del sistema para recuperarse rápidamente de tales conmociones, evidenciada por el rebote parcial de Bitcoin después de tocar los 104.764 dólares, demuestra una fuerza latente lista para activarse una vez que el shock inicial se disipa. Este evento sirve como un recordatorio crucial de que la verdadera sostenibilidad de la red se pone a prueba por su capacidad para absorber impulsos externos repentinos, especialmente aquellos derivados de la política estatal.