Los videos virales que muestran la efusiva alegría de los perros al reencontrarse con los padres de sus cuidadores han generado un gran interés en la profunda conexión que se forma entre los canes y estas figuras parentales, a menudo llamadas "abuelos" humanos.
Desde una perspectiva etológica, los perros no conciben las relaciones familiares humanas de la misma manera que nosotros. El especialista en comportamiento canino, Clive Wynne, explica que los perros no reconocen a sus parientes biológicos a menos que convivan con ellos, y mucho menos entienden que un visitante sea el progenitor de su cuidador principal. Sin embargo, los perros son perfectamente capaces de establecer vínculos significativos con personas que les dedican tiempo, afecto, golosinas y caricias. Los "abuelos" suelen encajar a la perfección en este rol, ofreciendo paciencia, un entorno acogedor y atención positiva adicional. La psicología del aprendizaje, particularmente el condicionamiento operante, explica que los perros tienden a repetir las conductas que han sido recompensadas, y las visitas a los "abuelos" suelen estar cargadas de estímulos placenteros, reforzando la asociación positiva con estos encuentros.
Contar con una red de apoyo más amplia de humanos de confianza beneficia a los perros. Wynne destaca que un círculo de apoyo más grande ayuda a los perros a adaptarse mejor a eventos imprevistos, como la ausencia temporal de su cuidador principal, proporcionándoles una mayor sensación de seguridad y reduciendo su vulnerabilidad. Aunque los perros no comprendan el concepto abstracto de "abuelo" como los humanos, desarrollan un afecto genuino por aquellas personas que les brindan atención y cuidado. Esta conexión emocional es la que impulsa su entusiasmo al visitar a los padres de sus cuidadores, demostrando que el amor y la atención son lenguajes universales que trascienden las barreras de especie y parentesco.
Estudios recientes sugieren que la relación entre perros y humanos se remonta a miles de años, fortaleciéndose a través de la coevolución y la selección de individuos más dóciles y cooperativos. Esta larga historia de domesticación ha propiciado la aparición de un vínculo de apego único, donde los perros forman grupos sociales con las personas, buscando en ellas una "base segura" para su desarrollo. La presencia de perros de apoyo emocional, por ejemplo, ha demostrado reducir síntomas de ansiedad y depresión en humanos, evidenciando el profundo impacto positivo que tienen en nuestro bienestar. La capacidad de los perros para distinguir expresiones faciales humanas y su liberación de oxitocina al interactuar con nosotros subraya la profundidad de esta conexión. El vínculo afectivo se fortalece con la interacción y la confianza mutua, haciendo que estos encuentros familiares sean momentos de pura celebración para nuestros compañeros caninos.