Bangladesh conmemoró el octavo aniversario del éxodo masivo de la comunidad rohinyá desde el estado de Rakhine en Myanmar, ocurrido el 25 de agosto de 2017. El Consejero Jefe, Muhammad Yunus, señaló la capacidad limitada del país para seguir brindando apoyo, destacando la considerable presión que la población de 1.3 millones de refugiados ejerce sobre la economía, el medio ambiente y la gobernanza de Bangladesh. En este contexto, Yunus hizo un llamado a la comunidad internacional para que diseñe una solución sostenible y un plan de acción concreto que facilite el retorno seguro y digno de los refugiados a su tierra natal.
En los campamentos de Cox's Bazar, los refugiados rohinyá alzaron sus voces, marcando el "Día de Conmemoración del Genocidio Rohinyá". Sus manifestaciones, adornadas con pancartas, expresaban un anhelo unificado por el fin de su desplazamiento y la exigencia de derechos equitativos en Myanmar. La jornada, que recuerda los eventos de agosto de 2017 cuando miles huyeron de la violencia y la persecución, subraya la persistente búsqueda de justicia y seguridad.
La situación se ve agravada por la reducción de la ayuda humanitaria internacional. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha anunciado la necesidad de reducir a la mitad las raciones de alimentos, pasando de 12.50 a 6 dólares por persona al mes, debido a una crítica escasez de fondos. Organizaciones humanitarias advierten sobre el riesgo de crear una "generación perdida", con interrupciones en la educación y un aumento de la vulnerabilidad entre los niños y jóvenes rohinyá. Esta medida, que afecta a más de un millón de personas, genera una profunda preocupación por la seguridad alimentaria y el bienestar general de la comunidad.
Para abordar estas apremiantes necesidades, Bangladesh organizó una conferencia internacional de tres días en Cox's Bazar, que comenzó el 24 de agosto de 2025. El evento, al que asistió el Consejero Jefe Yunus el 25 de agosto, congregó a dignatarios internacionales, representantes de las Naciones Unidas y diplomáticos para discutir un plan de acción que impulse la repatriación y asegure la asistencia continua.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos diplomáticos y las conferencias, el retorno de los refugiados a Myanmar sigue siendo un objetivo inalcanzable, sin que se haya registrado ningún regreso exitoso desde la afluencia inicial en 2017. La complejidad de la situación en el estado de Rakhine, marcada por conflictos crecientes, añade una capa adicional de incertidumbre a las perspectivas de un regreso seguro y digno. La carga que representa la crisis de los refugiados rohinyá se extiende más allá de la asistencia directa, impactando la economía local, los recursos naturales y la infraestructura de Bangladesh. El aumento de los precios, la presión sobre el empleo y la utilización de tierras para los asentamientos son solo algunos de los desafíos económicos y ambientales que enfrenta el país anfitrión.
La comunidad internacional, al observar este octavo aniversario, se enfrenta a la imperiosa necesidad de una acción coordinada y sostenida, reconociendo que la resolución de esta crisis prolongada es una responsabilidad compartida que requiere un compromiso renovado y soluciones tangibles para el futuro de un millón de almas.