El sector de la minería lunar está experimentando una transformación acelerada, marcada por la convergencia de la estrategia espacial gubernamental y el capital de corporaciones mineras históricas. Esta nueva fase económica no se limita a la exploración, sino que se centra en la viabilidad a largo plazo de la extracción de recursos como el regolito y el hielo de agua en el satélite terrestre.
El programa Artemis de la NASA actúa como el principal motor de este desarrollo, buscando establecer una presencia humana sostenible en la Luna. La misión Artemis II, cuyo lanzamiento está programado para no antes del 5 de febrero de 2026, es un hito clave, ya que llevará tripulación a sobrevolar el polo sur lunar, zona de alto interés por sus reservas de recursos. Complementariamente, la iniciativa Servicios de Carga Lunar Comercial (CLPS) está desplegando misiones robóticas previas. Se reportó que en marzo de 2025, vehículos de empresas como Firefly Aerospace y Intuitive Machines transportaron cargas científicas de la NASA, incluyendo el experimento PRIME-1, destinado a validar tecnologías de utilización de recursos in situ (ISRU) en el entorno lunar.
Este impulso institucional está atrayendo capital significativo hacia nuevas empresas espaciales especializadas. No obstante, el factor más disruptivo es la incursión de grandes mineras terrestres. Compañías como Rio Tinto, BHP y Glencore están integrando su vasta experiencia en operaciones a gran escala y gestión de cadenas de suministro. Su enfoque se dirige a la investigación y desarrollo de sistemas mineros autónomos, anticipando la necesidad de operar con mínima intervención humana a grandes distancias.
Las proyecciones financieras reflejan este optimismo estratégico. Se estima que el mercado global de la minería lunar podría alcanzar los 20 mil millones de dólares para el año 2035. Un informe de Morgan Stanley destaca el valor intrínseco del agua lunar, proyectando que el mercado derivado de su extracción podría ascender a 100 mil millones de dólares para 2040, principalmente por su potencial uso como propelente para cohetes. Este recurso hídrico es visto como el combustible esencial para el futuro sistema de transporte espacial.
La participación de estas corporaciones tradicionales responde a la evidencia de que la Luna representa un depósito de valor tangible. La convergencia de la pericia minera y la tecnología espacial está forjando la próxima plataforma económica de gran escala. Para capitalizar esta coyuntura, es crucial que los marcos regulatorios gubernamentales se actualicen con celeridad, estableciendo directrices claras sobre los derechos de propiedad y las pautas de explotación de recursos para asegurar un desarrollo ordenado y equitativo de esta nueva frontera industrial.
