La influencia crítica de la composición del agua en las propiedades organolépticas de los alimentos

Editado por: Olga Samsonova

Investigaciones recientes, llevadas a cabo en Estados Unidos, Italia y Japón, confirman de manera concluyente que la calidad del agua empleada en la cocina influye de forma sustancial en las características gustativas y la textura final de los productos culinarios. Los chefs profesionales y los expertos en el ámbito de la gastronomía dirigen su atención a parámetros esenciales como la dureza, la composición mineral y el nivel de pH del agua, dado que estos factores poseen la capacidad de modificar drásticamente el perfil de sabor de las preparaciones, abarcando desde las infusiones herbales más delicadas hasta las complejas bebidas de café.

Por ejemplo, el agua que presenta un contenido elevado de sales minerales puede actuar como un potenciador del sabor en ciertos productos de panadería. Sin embargo, si la dureza es excesiva, puede generar un ablandamiento indeseado en las verduras durante los procesos de cocción térmica. El cloro, un subproducto presente en el agua del grifo tras la desinfección, es reconocido como un agente que inhibe los aromas más sutiles en el té y el café, lo que impulsa a los profesionales a buscar activamente métodos de purificación alternativos para neutralizar este efecto.

En el contexto del pH, el equilibrio ácido-base es crucial. Se recomienda el uso de agua alcalina, con un índice que oscile entre 7,8 y 8,5, para la elaboración de platos salados y sustanciosos, con el fin de garantizar un sabor bien balanceado. En contraste, el agua con tendencia ácida puede mitigar o apagar la acidez natural de los ingredientes, alterando la percepción global del gusto en el paladar.

Para lograr la máxima pureza de sabor en productos altamente sensibles, como la infusión de té, los especialistas aconsejan recurrir al agua destilada o a aquella que ha sido sometida a un proceso de filtración exhaustivo, implementando sistemas especializados de acondicionamiento hídrico. La dureza del agua se relaciona directamente con la textura deseada: el agua más blanda es frecuentemente preferida para la cocción de pasta, mientras que se opta por un medio de dureza media para los platos de carne, y agua más dura para las verduras. En Japón, los expertos en *washoku* (cocina tradicional) insisten en la necesidad de emplear agua blanda y no clorada para preparar el caldo tradicional Dashi, que es la base fundamental del *miso-shiru* y el *suimono*.

La calidad del agua es de vital importancia para la conservación de la textura. Una composición hídrica óptima previene el secado excesivo del pan y de las carnes asadas, asegurando la jugosidad. El agua clorada puede tener un impacto negativo en la textura de ciertos vegetales, como las zanahorias. En la panificación, un exceso de sales de dureza (calcio y magnesio) puede dotar a la masa de una excesiva elasticidad, lo que retrasa la fermentación de la levadura y reduce la aireación. Para obtener la consistencia ideal en la masa de pan, el pH del agua debe mantenerse dentro del rango de 5 a 6, ya que un pH superior disminuye la actividad de las enzimas.

Los profesionales de la cocina promueven la adopción de métodos precisos de tratamiento del agua para optimizar el sabor y la textura, incluyendo la reducción del nivel de cloro y la utilización de agua de dureza media para la mayoría de las tareas culinarias. En los restaurantes de alta cocina, como se ha documentado en Minsk, es habitual la instalación de complejos sistemas de purificación, como la ósmosis inversa, para garantizar una calidad del líquido constante y superior. De esta forma, el agua se consolida como un ingrediente activo y rigurosamente controlado, cuyas propiedades físico-químicas son determinantes para el resultado gastronómico final.

Fuentes

  • همشهری آنلاین

  • همشهری آنلاین

  • Iran Coffee Academy

  • فروشگاه اینترنتی ایلیا

  • پاک فن

  • قهوه آریا

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