Investigadores de la Universidad de Oxford han presentado una herramienta innovadora diseñada para estimar el riesgo de desarrollar demencia en los próximos 14 años, con el objetivo de abordar el aumento proyectado de casos, que podría alcanzar los 153 millones para 2050.
El UK Biobank Dementia Risk Score (UKBDRS) utiliza 11 factores predictivos, incluyendo elementos no modificables como la edad y la historia familiar, así como factores modificables como las elecciones de estilo de vida y el nivel educativo.
La genética juega un papel crucial en la predisposición a la demencia, con la variante del gen APOE-ε4 aumentando significativamente el riesgo de enfermedad de Alzheimer. Sin embargo, muchas personas con este gen no desarrollan demencia, lo que indica que los factores ambientales y los hábitos diarios pueden influir en los resultados.
La Dra. Sana Suri, coautora del estudio, enfatiza que, aunque la genética es un factor, el manejo de condiciones como la diabetes y la hipertensión puede mitigar los riesgos. La investigación actual se centra en intervenciones terapéuticas para reducir la inflamación y promover la regeneración neuronal.
La dieta también emerge como un factor vital; una dieta mediterránea rica en antioxidantes podría reducir el estrés oxidativo asociado con el gen APOE-ε4, disminuyendo así el riesgo de Alzheimer. Se estima que casi el 40% de los casos de demencia podrían prevenirse abordando factores de estilo de vida.
La actividad física regular mejora la salud cardiovascular y fomenta nuevas conexiones neuronales, mientras que participar en actividades sociales e intelectuales se asocia con una disminución del deterioro cognitivo. El Dr. Raihaan Patel señala que el UKBDRS ofrece una estimación de riesgo en lugar de un diagnóstico definitivo, permitiendo intervenciones personalizadas.
Utilizar el UKBDRS podría convertirse en una rutina para las personas de entre 50 y 70 años, proporcionando recomendaciones de estilo de vida dirigidas o evaluaciones adicionales como imágenes avanzadas del cerebro para aquellos identificados con alto riesgo.
Además, la educación continua ha mostrado promesas en la prevención de la demencia. Un estudio de la Universidad de Tohoku en Japón encontró que los adultos que se inscribieron en cursos educativos después de los 40 años tenían un 19% menos de riesgo de desarrollar demencia en los siguientes cinco años.
Además de la reserva cognitiva, los programas educativos pueden mejorar la inteligencia fluida, que es crucial para la resolución de problemas y la adaptación a nuevas situaciones. Aprender un idioma extranjero también se ha relacionado con un retraso en la aparición de demencia de hasta siete años.
El Dr. Clifford Segil, neurólogo en California, aboga por cambios en el estilo de vida que promuevan la salud física y el aprendizaje continuo como estrategias efectivas para combatir el riesgo de demencia.