Un monumental descubrimiento arqueológico en Jerusalén ha revelado la presa más grande y antigua conocida en Israel, con una antigüedad de aproximadamente 2.800 años. Esta impresionante estructura, que data del período del Primer Templo, está intrínsecamente ligada a la histórica Piscina de Siloé, un sitio de profunda significancia bíblica y religiosa.
La presa, que mide alrededor de 12 metros de altura, más de 8 metros de ancho y 21 metros de largo, fue descubierta por arqueólogos de la Autoridad de Antigüedades de Israel y el Instituto Weizmann de Ciencias. Su construcción se remonta a los reinados de los reyes Joás o Amasías de Judá, entre los años 805 y 795 a.C. Este hallazgo arroja luz sobre las proezas de ingeniería de la antigua Jerusalén y cómo sus habitantes enfrentaron los desafíos climáticos de la época, diseñando la presa para recolectar aguas de inundación del Valle de Tiropeón y del manantial de Guijón, abordando tanto la escasez de agua como las fuertes inundaciones.
La estructura se integró en un sistema hidráulico más amplio que incluía una torre para embalsar el manantial de Guijón y un gran pozo de almacenamiento, canalizando el agua hacia la Piscina de Siloé. Este sistema de gestión hídrica fue crucial para garantizar el suministro de agua durante períodos de sequía y proteger la ciudad de las crecidas.
La Piscina de Siloé, mencionada en el Nuevo Testamento como el lugar donde Jesús sanó a un ciego, ha sido objeto de excavaciones y estudios desde el siglo XIX. Su redescubrimiento en 2004 durante trabajos de alcantarillado confirmó su importancia como un sitio de baño ritual y una fuente vital de agua. La conexión de la presa con esta piscina subraya la sofisticada planificación urbana y la resiliencia de Jerusalén en la Edad de Hierro.
Este descubrimiento, publicado en la revista PNAS, se basa en dataciones de alta precisión y análisis climáticos, integrando datos de núcleos del Mar Muerto y registros de actividad solar. Los hallazgos refuerzan las narrativas bíblicas y proporcionan evidencia tangible de la avanzada ingeniería hidráulica y las estrategias de adaptación al clima que caracterizaron a Jerusalén hace casi tres milenios. La magnitud y el estado de conservación de la presa la convierten en uno de los hallazgos más significativos del período del Primer Templo en Jerusalén, demostrando la capacidad de la antigua civilización para innovar y prosperar frente a las adversidades ambientales.