La masa de aire frío confinada en el Ártico, conocida como el Vórtice Polar, está exhibiendo un comportamiento anómalo que anticipa una temporada invernal 2025-2026 caracterizada por la volatilidad en amplias zonas de Europa y Norteamérica. Este sistema atmosférico, cuya función es retener el aire gélido, ha mostrado una estructura más frágil de lo habitual desde septiembre pasado.
Este patrón atmosférico evoca dinámicas observadas durante el invierno de 1981-1982, un periodo que se distinguió por un rápido descenso de las temperaturas hacia latitudes medias. Las condiciones actuales en la estratosfera sugieren una inestabilidad latente que podría desencadenar un evento de Calentamiento Estratosférico Súbito (SSW). Un SSW tiene el potencial de fracturar el vórtice, liberando su contenido frío hacia el sur, un fenómeno que se ha relacionado con el calentamiento del Ártico y el consecuente debilitamiento de la corriente en chorro.
Diversos factores contribuyen a esta dinámica inestable. Se ha confirmado la presencia de La Niña, un estado caracterizado por aguas superficiales más frías en el Pacífico Ecuatorial Oriental, junto con una fase negativa de la Oscilación Cuasi-Bienal (QBO). Históricamente, ambos fenómenos están vinculados a inviernos más fríos en el hemisferio norte y a una mayor inestabilidad en el vórtice.
La complejidad de la atmósfera implica que movimientos inusuales en el vórtice polar, incluso en el hemisferio sur, pueden repercutir en el hemisferio norte meses después. Para los analistas meteorológicos, la evolución de este vórtice en las próximas semanas y meses es un foco de atención crucial para refinar las proyecciones a largo plazo sobre episodios de frío extremo. La debilidad del vórtice estratosférico, proyectada incluso por debajo de los mínimos registrados para esta época, incrementa las probabilidades de inestabilidad en nuestras latitudes.
No obstante, es esencial reconocer que la atmósfera es un sistema complejo; una debilidad del vórtice no asegura que las pulsaciones de aire frío más significativas se dirijan a una región específica, dada la extensión del hemisferio norte. Este panorama de contrastes térmicos, donde un mes puede ser globalmente cálido mientras otras áreas sufren heladas récord, subraya la necesidad de monitorear los indicadores fundamentales. La preparación de cada comunidad ante estos contrastes, asegurando la protección de infraestructuras y el bienestar ciudadano ante descensos bruscos de temperatura, refleja su capacidad de adaptación a los ciclos naturales terrestres.
