Análisis recientes de muestras del asteroide Ryugu, traídas a la Tierra por la misión japonesa Hayabusa2, han descubierto que el agua líquida circuló en su cuerpo progenitor durante más de mil millones de años. Esta prolongada actividad acuosa sugiere que los asteroides carbonáceos, como Ryugu, pudieron haber retenido y entregado a la Tierra primitiva una cantidad significativamente mayor de agua de la que se pensaba, influyendo en la formación de los océanos y la atmósfera de nuestro planeta.
El descubrimiento, basado en el análisis isotópico de las proporciones de lutecio-176 a hafnio-176 en las muestras, indica que fluidos alteraron la composición del asteroide. Los científicos postulan que un impacto significativo pudo haber derretido hielo enterrado, facilitando esta circulación de agua líquida. Este hallazgo desafía la noción previa de que la actividad del agua en los asteroides se limitaba a las etapas iniciales del sistema solar.
Ryugu, un asteroide rico en carbono formado hace aproximadamente 4.600 millones de años, es considerado un registro fósil del sistema solar primitivo. El análisis de sus muestras prístinas, libres de contaminación terrestre, ha proporcionado información crucial sobre la composición del sistema solar temprano. Notablemente, las muestras de Ryugu contienen no solo agua, sino también compuestos orgánicos esenciales para la vida, como uracilo y niacina (vitamina B3). El uracilo es un componente básico del ARN y la niacina es vital para el metabolismo celular, lo que refuerza la teoría de que el bombardeo de asteroides enriqueció los océanos primitivos con los nutrientes necesarios para el desarrollo de la vida.
El estudio de minerales como la pirrotita (sulfuro de hierro) en las muestras de Ryugu ha revelado además la presencia de agua carbonatada con sales y materia orgánica atrapada en cristales. Esto apoya la hipótesis de que la vida pudo originarse en el espacio y ser transportada a la Tierra, indicando que el cuerpo progenitor de Ryugu experimentó múltiples interacciones con fluidos, con rocas más profundas conteniendo mayor cantidad de agua. Las simulaciones sugieren que este cuerpo progenitor se formó unos 2 millones de años después del inicio del sistema solar y experimentó un calentamiento posterior.
En resumen, el análisis de las muestras de Ryugu redefine nuestra comprensión de la historia del agua en el sistema solar y fortalece la conexión entre los cuerpos celestes y el origen de la vida en la Tierra, posicionándolos como catalizadores esenciales para la habitabilidad de nuestro planeta.