Las formaciones de basalto bajo el lecho marino se perfilan como una solución prometedora para la captura permanente de dióxido de carbono (CO2), un elemento clave en la lucha contra el cambio climático. Estas estructuras geológicas poseen la notable capacidad de reaccionar con el CO2 y el agua, transformando el gas en minerales de carbonato estables en un lapso de pocos años, lo que minimiza considerablemente los riesgos de fuga.
Investigaciones presentadas en la conferencia InterPore2025 en mayo de 2025 examinaron la eficiencia y los riesgos geomecánicos del almacenamiento de CO2 en basaltos de inundación continentales. Paralelamente, un estudio publicado en la revista *Fuel* en septiembre de 2025 detalló los mecanismos y avances tecnológicos en el uso del basalto como sumidero de carbono. Estos hallazgos sugieren que los extensos depósitos de basalto bajo el suelo oceánico, con una capacidad teórica de almacenamiento que supera con creces las emisiones globales actuales, podrían ofrecer una herramienta poderosa para la mitigación climática.
El rápido proceso de mineralización inherente a los basaltos presenta un método potencialmente permanente para la eliminación del CO2 atmosférico. Las formaciones geológicas de basalto, que cubren más del 60% de la superficie terrestre, ofrecen una inmensa capacidad para la captura de CO2, con el potencial de almacenar cientos de miles de millones de toneladas de carbono a nivel mundial. Estudios, como los expuestos en InterPore2025, indican que más del 90% del CO2 inyectado puede ser capturado como fases minerales inmóviles dentro de la primera década. Este proceso implica la inyección de agua saturada en CO2 en formaciones de basalto, lo que desencadena la disolución de minerales y la posterior precipitación de carbonatos estables. Esta mineralización puede ocurrir velozmente, con algunos estudios señalando una transformación significativa en un periodo de dos años, un marcado contraste con los milenios requeridos por los depósitos sedimentarios tradicionales.
No obstante, la aplicación de esta tecnología no está exenta de desafíos. Investigaciones publicadas en *Fuel* en septiembre de 2025 y presentadas en InterPore2025 también señalan posibles riesgos geomecánicos. Estos incluyen el incremento de la presión de los poros, la falla de la roca de cobertura, la reactivación de fallas y la pérdida de integridad del pozo, todo lo cual podría resultar en fugas de CO2 o sismicidad inducida. Un estudio publicado en *Nature* en septiembre de 2025 también revisó a la baja la capacidad global de almacenamiento de CO2, sugiriendo que las áreas de almacenamiento seguro existentes podrían ser menos extensas de lo que se pensaba, lo que subraya la necesidad de una evaluación y planificación cuidadosas.
A pesar de estas consideraciones, el potencial del basalto para almacenar carbono de forma permanente como roca durante milenios lo convierte en un área atractiva de investigación y desarrollo continuo. La inmensidad de estos recursos bajo el lecho marino, junto con su reactividad inherente, los posiciona como un componente vital en el enfoque multifacético para la mitigación del cambio climático.
Un estudio publicado en *Nature* en septiembre de 2025 estimó un límite global "prudente" de aproximadamente 1.460 gigatoneladas de CO2 para el almacenamiento geológico seguro, una cifra considerablemente menor que las estimaciones previas. Esta recalibración enfatiza la importancia de tratar el almacenamiento geológico como un recurso escaso y de priorizar la reducción rápida de emisiones. Si bien la mineralización del basalto se reconoce como una vía potencial para expandir la capacidad de almacenamiento, aún se encuentra en etapas tempranas de desarrollo.
En conclusión, aunque la captura y almacenamiento de carbono, incluida la mineralización en basalto, es una herramienta valiosa, no debe considerarse un sustituto de los recortes de emisiones profundos e inmediatos.