La flora fósil como patrón esencial para calibrar modelos climáticos globales: el análisis del Óptimo del Mioceno
Editado por: Anulyazolotko Anulyazolotko
Un equipo internacional de científicos, con la participación destacada de expertos de la Universidad Complutense de Madrid, ha puesto de manifiesto la relevancia crucial de los registros de flora fósil para simular con precisión las condiciones climáticas pretéritas. Estos hallazgos son fundamentales para afinar y optimizar los modelos climáticos globales contemporáneos. La vegetación, históricamente, ha desempeñado un papel de regulador activo dentro del sistema climático terrestre, y una reconstrucción detallada del clima de épocas pasadas exige información rigurosa sobre la distribución de la flora ancestral.
La investigación se centró específicamente en el período conocido como el Óptimo Climático del Mioceno Medio (OCMM), un lapso que se extendió desde hace 16.9 hasta 14.7 millones de años. Este intervalo temporal ostenta el récord de ser el estado más cálido experimentado por la Tierra durante los últimos 25 millones de años. Para elaborar un mapa global de los biomas de aquella era, los científicos procesaron y analizaron meticulosamente un total de 431 registros de plantas fosilizadas.
Los resultados obtenidos revelaron una diferencia notable en la cobertura forestal. Se determinó que, durante el apogeo del Óptimo Climático del Mioceno Medio, la extensión cubierta por bosques era significativamente mayor, abarcando un impresionante 69% de la superficie continental. Esto contrasta marcadamente con el potencial actual de cobertura forestal, que se sitúa en un 43%. Esta disparidad subraya la profunda transformación ecológica asociada a las altas temperaturas de ese periodo geológico.
Las conclusiones relativas a las regiones polares resultan de particular interés y ofrecen una perspectiva fascinante. Todo indica que vastas extensiones del Ártico y la Antártida estuvieron cubiertas por formaciones boscosas durante ese episodio de calor extremo. De manera específica, la mayor parte del Ártico exhibía una cubierta forestal, y el clima que prevalecía en Islandia se describía como húmedo y subtropical. Estos datos paleovegetacionales no solo son curiosidades históricas, sino que funcionan como un patrón de referencia insustituible para la calibración de los modelos climáticos.
Al incorporar esta información, se incrementa sustancialmente la capacidad de los modelos para replicar condiciones pasadas, lo cual es crucial para proyectar escenarios futuros, sobre todo aquellos que implican un calentamiento extremo. En resumen, la exploración minuciosa de los ecosistemas ancestrales, que incluye la aplicación de sofisticados modelos que integran variables climáticas y vegetacionales, nos proporciona una comprensión más profunda de los mecanismos que rigen la resiliencia de los sistemas planetarios y su respuesta ante las alteraciones, tanto las inducidas por la actividad humana como las de origen natural. El pasado geológico, cifrado en la flora fósil, se convierte así en una herramienta vital para la ciencia climática moderna.
Fuentes
NoticiasDe.es
Europa Press Sociedad
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