El descubrimiento de *Shaykayatcoris michalskii*, un insecto de 99 millones de años preservado en ámbar de Birmania, está transformando nuestra comprensión de la polinización antigua. Este fósil sugiere que los insectos verdaderos, a menudo no asociados con la polinización en la actualidad, podrían haber desempeñado un papel crucial en la polinización de las flores durante la era Mesozoica, específicamente en el período del Cretácico Inferior. El espécimen, hallado en ámbar del terrano de Birmania Occidental, una masa de tierra aislada que propició caminos evolutivos únicos, ofrece una visión extraordinaria de los ecosistemas prehistóricos.
El exoesqueleto iridiscente de *Shaykayatcoris michalskii* es una característica novedosa para los insectos planos, insinuando una estrategia de señalización visual o camuflaje más compleja de lo que se creía para este grupo. Más importante aún, la presencia de fragmentos de plantas y granos de polen adheridos al cuerpo del insecto indica fuertemente su interacción con las flores, apuntando a un papel en la polinización. Este hallazgo desafía la visión contemporánea de los insectos verdaderos como contribuyentes menores a la polinización, revelando su participación potencialmente más extendida en las etapas más tempranas de la reproducción vegetal. La evidencia fósil sugiere que la polinización por insectos ha sido fundamental para la evolución de las plantas durante millones de años, con relaciones mutualistas que se remontan a unos 130 millones de años atrás.
Las implicaciones de este descubrimiento se extienden a los desafíos ecológicos contemporáneos, particularmente la disminución de los polinizadores modernos. Al examinar la trayectoria evolutiva de la polinización, los científicos pueden obtener información crucial sobre cómo las especies se adaptaron a los cambios ambientales en el pasado, lo que puede informar las estrategias de conservación actuales para los polinizadores. Se cree que los escarabajos estuvieron entre los primeros polinizadores, y la evidencia sugiere que incluso antes de las plantas con flores, insectos como las crisopas interactuaban con las gimnospermas, alimentándose de su polen e iniciando la primera ola de polinización por insectos. Esta antigua asociación entre insectos y plantas sentó las bases para la diversificación de ambos grupos.
El registro fósil revela que las estrategias de polinización han evolucionado significativamente. Mientras que las abejas son ahora polinizadores primarios, antiguos insectos como ciertas crisopas, que tenían diversas longitudes de espiritrompa, sugieren una partición de nicho entre los polinizadores mesozoicos, similar a lo que se observa hoy en día. Esta especialización probablemente mejoró la eficiencia de la polinización y contribuyó al éxito de las plantas dependientes de polinizadores. El estudio de estas interacciones antiguas, como el papel de *Shaykayatcoris michalskii*, no solo enriquece nuestra comprensión del pasado de la Tierra, sino que también proporciona una perspectiva más amplia sobre la resiliencia y adaptabilidad de la vida, ofreciendo una apreciación más profunda de la intrincada red de relaciones que sustentan los ecosistemas de nuestro planeta.