Un análisis de ADN antiguo realizado por el Instituto Alfred Wegener (AWI) ha descubierto que masivas floraciones de algas en el Océano Austral, hace aproximadamente 14,000 años, disminuyeron notablemente los niveles de dióxido de carbono atmosférico. Estas proliferaciones, principalmente del género Phaeocystis, desempeñaron un papel crucial en la dinámica del carbono global, según se publicó en Nature Geoscience. Este descubrimiento ofrece una perspectiva fascinante sobre los mecanismos naturales que han regulado el clima de la Tierra en el pasado.
Durante el período conocido como la Reversión Fría Antártica (ACR), un lapso de enfriamiento en el hemisferio sur que interrumpió el calentamiento postglacial, se desarrollaron condiciones climáticas específicas. Estas incluían una extensa capa de hielo marino invernal seguida de un fuerte deshielo primaveral. Este ciclo favoreció el crecimiento exponencial de las algas Phaeocystis, que absorbieron cantidades sustanciales de CO2 de la atmósfera.
El equipo del AWI identificó esta conexión analizando ADN antiguo sedimentario (sedaDNA), un método que preserva material genético en el lecho marino a lo largo de milenios, permitiendo reconstruir ecosistemas pasados y sus interacciones con el clima. El estudio del sedaDNA se ha convertido en una herramienta poderosa para desentrañar las respuestas de la vida marina a los cambios climáticos a lo largo de vastos períodos de tiempo, ofreciendo una ventana a la historia de nuestro planeta.
El período de la Reversión Fría Antártica, que se extiende aproximadamente entre 14,700 y 13,000 años antes del presente, es de particular interés para los científicos climáticos. Este evento de enfriamiento en el hemisferio sur coincidió con un período de calentamiento en el Atlántico Norte, demostrando la compleja interconexión de los sistemas climáticos globales. La investigación sugiere que durante este tiempo, la atmósfera experimentó una estabilización temporal en el aumento del CO2, un fenómeno que duró alrededor de 1,900 años, lo cual ha sido un enigma para la ciencia climática durante mucho tiempo. La comprensión de cómo las floraciones de algas contribuyeron a esta estabilización del CO2 es fundamental para calibrar modelos climáticos y predecir futuros escenarios.
Los hallazgos son de suma relevancia en la actualidad. El hielo marino antártico ha experimentado una disminución drástica desde 2014, retrocediendo a un ritmo significativamente más rápido que en el Ártico. Esta contracción, que ha llevado a un alejamiento promedio de 120 kilómetros de la costa, altera las condiciones que antes favorecían las floraciones de algas. La capacidad del océano para secuestrar CO2 podría verse comprometida, con consecuencias de gran alcance para el clima global. La delicada interdependencia entre los ecosistemas polares y la dinámica atmosférica subraya la necesidad de una profunda comprensión de estos procesos para abordar los desafíos climáticos contemporáneos.