Los delfines y las ballenas, como mamíferos marinos, enfrentan el desafío constante de la hidratación en un entorno de agua salada. La alta salinidad del océano les impide beber directamente, ya que esto les causaría deshidratación. Sin embargo, han desarrollado un conjunto de adaptaciones biológicas extraordinarias que les permiten obtener la humedad esencial para su supervivencia a través de su dieta y procesos metabólicos internos.
La principal fuente de agua para estos cetáceos proviene de las presas que consumen, incluyendo peces, calamares y crustáceos. Estos organismos marinos poseen un contenido de agua considerable, que puede oscilar entre el 60% y el 89%. Al digerir estos alimentos, sus cuerpos liberan agua, un proceso que resulta fundamental para mantener sus niveles de hidratación óptimos. Los calamares, en particular, son depósitos de agua excepcionalmente valiosos, ofreciendo una mayor proporción de líquido en comparación con muchos peces. Esta riqueza hídrica subraya la importancia de su rol en el ecosistema marino y en la dieta de sus depredadores.
Para minimizar la pérdida de agua, delfines y ballenas cuentan con riñones altamente eficientes, capaces de producir orina muy concentrada. Este mecanismo les permite excretar productos de desecho minimizando la cantidad de agua perdida. A diferencia de los mamíferos terrestres, su piel está adaptada para evitar una evaporación significativa, y poseen glándulas sudoríparas vestigiales o ausentes, lo que reduce aún más la pérdida de fluidos por transpiración.
En periodos de escasez de alimento, estos animales recurren a la metabolización de sus reservas de grasa. Este proceso bioquímico genera agua metabólica, un recurso vital que les permite subsistir. No obstante, la inanición prolongada puede agotar estas reservas, poniendo en riesgo su equilibrio hídrico.
La salud de los ecosistemas oceánicos es un factor determinante en la capacidad de delfines y ballenas para mantener su hidratación. Las fluctuaciones en las poblaciones de peces y calamares, así como los efectos del cambio climático, pueden mermar la disponibilidad de sus fuentes de alimento. Esto, a su vez, representa una amenaza directa para la supervivencia de estas especies. La contaminación y la disminución de la biodiversidad marina alteran los mecanismos naturales de hidratación, haciendo imperativo el monitoreo de las actividades industriales y la protección de sus hábitats. La resiliencia de estos mamíferos está intrínsecamente ligada a la salud y estabilidad de los océanos.