Comprender el lenguaje corporal de los perros resulta fundamental para establecer una interacción segura y respetuosa con nuestros compañeros de cuatro patas. Incluso un animal que parece tranquilo puede reaccionar de forma inesperada si percibe que sus límites personales han sido invadidos, especialmente si se mantiene un contacto visual directo durante un tiempo excesivo. En el universo canino, una mirada fija rara vez se utiliza para forjar un vínculo afectivo; más a menudo, se interpreta como un desafío o una amenaza frontal.
Este comportamiento instintivo tiene sus raíces en los lobos, donde la mirada directa solía preceder a la afirmación de dominio o al inicio de una confrontación. En los perros domésticos, esta señal se emplea para evaluar las intenciones humanas. Si un desconocido fija la vista persistentemente en los ojos del perro, el animal puede percibirlo como un acto de agresión. Incluso las mascotas más sociables podrían experimentar ansiedad o manifestar una reacción defensiva ante esta sensación de peligro. Por lo tanto, al encontrarse por primera vez con un can, es aconsejable evitar el contacto visual forzado, optando en su lugar por observarlo con la visión periférica.
Los cinólogos experimentados aconsejan mantener la calma y evitar movimientos bruscos en tales circunstancias. Las señales sutiles, como girar ligeramente la cabeza o parpadear lentamente varias veces, son interpretadas por los perros como signos de paz y la ausencia de intenciones dañinas. Este tipo de conducta ayuda a preservar el equilibrio dentro del grupo social y previene conflictos innecesarios. Los orígenes evolutivos de este mecanismo son profundos: los perros utilizan activamente la mirada dentro de su jerarquía social, donde un contacto visual directo y sin parpadeos a menudo significa la disposición a luchar o la reivindicación de la primacía.
En el entorno doméstico, estos matices pueden pasarse por alto fácilmente, pero los animales perciben el contacto visual como un poderoso marcador social. Los perros suelen rehuir una mirada fija y prolongada cuando se sienten inseguros, y, por el contrario, la mantienen cuando desean enfatizar su determinación. Curiosamente, durante el juego o el adiestramiento, los perros buscan frecuentemente la mirada de su dueño; esto es un indicio claro de atención y deseo de participar en actividades conjuntas. Las investigaciones han demostrado que en estos momentos se eleva el nivel de oxitocina, la hormona asociada a la confianza y el apego, tanto en el humano como en el animal.
Si un perro desvía la mirada o evita el contacto visual, es crucial no obligarlo a mantenerlo, ya que esto podría interpretarse como una presión indebida y generar estrés. En el proceso de adiestramiento, especialmente en razas como los pastores alemanes y los border collies, se enseña a los perros a sostener el contacto visual bajo una orden específica. Las razas de pastoreo emplean lo que se conoce como la «mirada de control» para dirigir el rebaño, guiando el movimiento de los animales sin necesidad de comandos vocales fuertes o intervención física.
Al interactuar con un perro desconocido, los veterinarios insisten en la necesidad de actuar con cautela. No se debe extender la mano de inmediato, inclinarse o fijar la mirada directamente en sus ojos. Una postura más neutral implica dirigir la vista hacia las orejas o el cuerpo del perro, ya que esto no se percibe como una provocación. Si el animal toma la iniciativa y se acerca por sí mismo, se puede ofrecer lentamente la mano para que olfatee, evitando movimientos bruscos y permitiéndole establecer la distancia de confort. La reacción a la mirada varía según las características individuales: edad, temperamento y estado de salud. En resumen, el contacto visual en el mundo canino es una herramienta de comunicación no verbal multifacética, capaz de significar tanto una advertencia como un profundo afecto, dependiendo enteramente del contexto y de la relación establecida.