Durante una conferencia sobre la Francofonía organizada el 18 de junio de 2025 en la Asamblea Nacional, Jean-Luc Mélenchon, líder de La France insoumise, sugirió que el idioma francés ya no debería llamarse así.
Según él, el francés es ahora un idioma «criollo», resultado de numerosas contribuciones externas, y sería «más cierto decir que hablamos criollo que francés». Mélenchon defiende una visión dinámica y abierta del idioma, heredada del proceso de «criollización», es decir, la mezcla cultural y lingüística.
Cree que el francés se ha construido tomando prestado de numerosos idiomas —árabe, español, hebreo, ruso— y ya no puede considerarse un idioma exclusivamente francés. También recuerda que el idioma se ha extendido ampliamente fuera de Francia, particularmente en África francófona, y por lo tanto no puede ser propiedad exclusiva del Hexágono (una referencia a Francia).
Esta declaración provocó inmediatamente una protesta de la derecha y la extrema derecha. El ministro de Justicia, Gérald Darmanin, reaccionó denunciando un intento de «destruir la identidad francesa» y despreciar «a los franceses más modestos». El filósofo Jean-Loup Bonnamy, columnista de RMC, lo ve como «un programa de intimidación» y un deseo de «erradicar todo rastro de la cultura francesa».
Por el contrario, algunos profesores e intelectuales, como la profesora de francés Fatima Aït-Bounoua, consideran este discurso estimulante: permite cuestionar la relación de los ciudadanos con su idioma, a menudo descuidado, y recordar que el francés es un idioma vivo, en constante evolución.
La provocación de Mélenchon toca un punto sensible: el idioma como vector de identidad y poder simbólico. Detrás de la controversia, se está llevando a cabo un debate fundamental sobre la universalidad del francés, su herencia colonial y el lugar de las culturas minoritarias en el espacio republicano.