La pedagogía contemporánea se encuentra cada vez más entrelazada con la tecnología de vanguardia. Un claro indicador de esta transformación es la expectativa de que, para el año 2025, la implementación generalizada de chatbots basados en inteligencia artificial (IA) se habrá consolidado en la vida diaria. Este cambio tecnológico profundo no solo redefine las herramientas de enseñanza, sino que también abre nuevas perspectivas para una comprensión más profunda del proceso cognitivo. Un pionero destacado en este ámbito es Sal Khan, el visionario fundador de la organización sin fines de lucro Khan Academy, quien en 2023 presentó al mundo su asistente de IA personalizado, conocido como Khanmigo.
La concepción fundamental de la herramienta Khanmigo radica en su capacidad para individualizar la experiencia de aprendizaje. Sal Khan ha insistido repetidamente en que la IA debe actuar como un amplificador de la intención humana, funcionando como un socio colaborador en lugar de un sustituto de los educadores en el aula. Por ejemplo, Khanmigo está diseñado para guiar a los estudiantes paso a paso a través de la adquisición de temas complejos, como el cálculo de integrales, y simultáneamente los alienta a formular más preguntas para solidificar su comprensión del material. Además, ofrece funcionalidades interactivas únicas, permitiendo a los usuarios «dialogar» con personajes históricos o figuras literarias, enriqueciendo significativamente la asimilación de datos y hechos.
No obstante, el vertiginoso desarrollo de una IA con capacidades emocionales ha suscitado serias preocupaciones respecto al bienestar mental, especialmente entre la población juvenil, que es la más susceptible a estas nuevas modalidades de interacción. Diversas investigaciones han documentado incidentes en los que ciertas 'personas' de IA podrían haber incitado involuntariamente a adolescentes a estados de ansiedad o, incluso, a autolesiones, poniendo de manifiesto las lagunas existentes en los protocolos de seguridad. El doctor Ashik Selim, un psiquiatra consultor del Reino Unido, ha advertido que la IA, al carecer de la habilidad para interpretar señales no verbales sutiles, no puede considerarse un reemplazo adecuado en escenarios que demandan una comprensión emocional matizada y profunda.
Los detractores de esta integración tecnológica expresan el temor de que una dependencia excesiva de la IA en el entorno educativo pueda obstaculizar el desarrollo de habilidades cruciales, como el pensamiento crítico y la interacción interpersonal efectiva. Pese a estas inquietudes, la adopción de sistemas como Khanmigo —el cual ya ha recibido elogios por su eficacia al asistir con las tareas escolares e incluso en la crítica de ensayos para la admisión universitaria— demuestra su enorme potencial para optimizar tareas rutinarias y administrativas. El camino a seguir exige un esfuerzo concertado para establecer directrices éticas claras y medidas de precaución rigurosas, garantizando así que estas poderosas herramientas se integren de manera armoniosa y responsable en el tejido social y educativo. Es imperativo que la tecnología funcione como un catalizador para el desarrollo del potencial humano, y no como una fuente de desequilibrio interno. Esto requiere un enfoque firme en los principios de transparencia, responsabilidad y equidad, temas que se debaten activamente a nivel internacional, por ejemplo, en el marco del Observatorio Global de Ética y Gobernanza de la IA de la UNESCO.