Elon Musk, que una vez pareció invencible, se enfrenta a una serie de contratiempos. Su Starship de SpaceX, diseñado para revolucionar los viajes interplanetarios, sufrió otro fallo explosivo durante su noveno vuelo de prueba. A pesar del optimismo de Musk, el accidente ha sembrado dudas sobre su ambicioso cronograma, incluida una promesa a Donald Trump de plantar la bandera estadounidense en Marte para 2028.
El breve paso de Musk como jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de la Casa Blanca también ha llegado a su fin. Si bien tanto Musk como Trump mantienen públicamente una relación positiva, fuentes indican que las relaciones se han agriado. Las críticas de Musk al 'Big Beautiful Tax bill' de Trump habrían enfadado al expresidente.
Además, el imperio empresarial de Musk se enfrenta a desafíos. Su empresa de coches eléctricos, Tesla, está lidiando con problemas, y las recientes ventas de acciones por parte de su hermano Kimbal han generado preocupación entre los inversores. Su propiedad de X (anteriormente Twitter) también ha demostrado ser un gran dolor de cabeza, con una participación de los usuarios que, según se informa, se está estancando.
Para colmo de males, los informes sugieren que el comportamiento de Musk se ha vuelto cada vez más errático. Al parecer, está tomando un cóctel diario de drogas, y personas internas lo describen como más 'desagradable' y propenso a los gritos. También está envuelto en una disputa con Sam Altman, el jefe de OpenAI, y ha estado presionando contra los acuerdos comerciales de Altman.
A pesar de estos desafíos, es prematuro descartar a Musk por completo. Tiene un historial de superación de la adversidad, y sus empresas han demostrado constantemente innovación. Sin embargo, estos son sin duda tiempos difíciles para la figura que una vez fue celebrada en el movimiento MAGA.