La especialista en salud digestiva, Inma Borrego, enfatiza la profunda influencia que las emociones reprimidas y el estrés crónico ejercen sobre el sistema digestivo. Su trabajo destaca cómo estos factores pueden desestabilizar la motilidad intestinal y la microbiota, desencadenando afecciones como la inflamación abdominal.
Borrego promueve un enfoque de salud integrador, reconociendo la interdependencia entre el bienestar psicológico y la salud física, lo que empodera a las personas para asumir un rol más activo en su cuidado. La experta advierte que las pruebas de sangre por sí solas son insuficientes, subrayando la necesidad de una comprensión más amplia y contextualizada del estado de salud. Para mejorar la salud digestiva, Borrego propone un método de 28 días centrado en la conexión mente-cuerpo.
La ciencia respalda esta visión, revelando el eje intestino-cerebro como una vía de comunicación bidireccional crucial. Investigaciones recientes indican que el estrés puede alterar la microbiota intestinal, lo que a su vez afecta la comunicación entre el intestino y el cerebro. Esta interacción influye en la motilidad intestinal, la sensibilidad digestiva y la función cerebral, impactando el comportamiento y el estado de ánimo.
Estudios demuestran que desequilibrios en la microbiota se asocian con trastornos como la ansiedad y la depresión, ya que los metabolitos bacterianos pueden modular neurotransmisores clave para el estado de ánimo. La microbiota intestinal, un ecosistema de billones de microorganismos, juega un papel fundamental en esta conexión, participando en la producción de neurotransmisores como la serotonina, esencial para el equilibrio emocional. Cuando este ecosistema se altera, conocido como disbiosis, puede generar inflamación crónica y afectar la función neurológica.
Se ha observado que pacientes con síndrome de intestino irritable, por ejemplo, presentan una mayor sensibilidad al estrés debido a estas disfunciones en el eje intestino-cerebro. La investigación en psiconeuroinmunología clínica, campo en el que Borrego se especializa, explora cómo el estrés, la alimentación y las dinámicas emocionales interactúan con los sistemas digestivo, nervioso e inmunitario. El intestino, a menudo llamado el "segundo cerebro" por su extenso sistema nervioso, no solo procesa los alimentos, sino que también es un receptor de nuestras experiencias vitales, incluyendo el estrés y las emociones no expresadas.
Esta sobrecarga puede ralentizar la digestión y generar malestar físico, manifestándose como hinchazón o incomodidad abdominal. Para cultivar un bienestar digestivo integral, se recomienda una dieta rica en fibra y probióticos, junto con la práctica regular de actividad física, que ayuda a reducir el estrés y mejorar el movimiento intestinal. La adopción de hábitos alimenticios saludables y la gestión activa del estrés son pilares para mantener un equilibrio óptimo en el eje intestino-cerebro y, por ende, en la salud general.