La zanahoria, un humilde pero extraordinario vegetal de raíz, ha emprendido un viaje culinario y cultural a través de los continentes, transformándose de sus orígenes en Palestina a un ingrediente indispensable en cocinas de todo el mundo. Su historia es un testimonio de la interconexión humana y la evolución de la agricultura, ofreciendo una rica paleta de colores, sabores y beneficios para la salud.
Las evidencias más tempranas de la domesticación de la zanahoria se remontan a Afganistán e Irán alrededor del 3000 a.C., donde se cultivaban variedades de colores morados y amarillos, principalmente por sus hojas y semillas aromáticas. Los griegos y romanos ya conocían su uso, no solo como alimento sino también con fines medicinales, considerándola incluso un afrodisíaco. Fue en el siglo I cuando se documentó el consumo de su raíz, aunque estas primeras variedades diferían notablemente de las actuales, presentando formas alargadas y finas, y colores que iban del púrpura al amarillento.
La expansión de la zanahoria por el Mediterráneo se debió en gran medida a los árabes, quienes también introdujeron variedades de colores como el negro y el blanco. La zanahoria negra, en particular, originaria de Oriente Medio y Turquía, se distingue por su tono morado intenso y un interior blanco, ofreciendo un sabor único y beneficios nutricionales como antocianinas, que le confieren propiedades antioxidantes y antiinflamatorias.
La zanahoria naranja, la más familiar hoy en día, tiene su origen más reciente en los Países Bajos alrededor del siglo XVII. Se cree que los cultivadores holandeses desarrollaron estas variedades, posiblemente en honor a la Casa Real de Orange, seleccionando y mejorando las existentes para obtener un color más vibrante y un sabor más dulce. Este desarrollo marcó un punto de inflexión, ya que la zanahoria naranja se convirtió en la variedad dominante a nivel global. Hoy en día, existen cientos de variedades, clasificadas en tipos como Danvers, Imperator y Nantes, cada una con sus propias características de forma, tamaño y ciclo de cultivo.
El viaje de la zanahoria continuó hacia América en el siglo XVII, donde su conocimiento y cultivo se expandieron rápidamente al reconocerse sus beneficios para la salud. Durante la Segunda Guerra Mundial, su consumo se promovió activamente en países como Inglaterra, e incluso se llegó a suministrar a aviadores británicos para mejorar su visión nocturna, destacando su alto contenido de betacaroteno, precursor de la vitamina A. Este nutriente es fundamental para la salud ocular, el sistema inmunológico y la salud de la piel, previniendo el envejecimiento prematuro y fortaleciendo uñas y cabello.
La versatilidad culinaria de la zanahoria es inmensa. Desde las recetas tradicionales de Oriente Medio hasta las innovaciones gastronómicas modernas, se adapta a una infinidad de preparaciones: cruda en ensaladas, cocida en sopas y guisos, en jugos revitalizantes, o como ingrediente estrella en platos dulces y salados. La zanahoria negra, por ejemplo, aporta un toque visual impactante y un sabor distintivo a las creaciones culinarias, siendo utilizada en bebidas, mermeladas e incluso suplementos. El legado de la zanahoria es un reflejo de cómo un simple vegetal puede encapsular siglos de historia, migración y adaptación, enriqueciendo la dieta y la cultura de innumerables sociedades a lo largo del tiempo.