Los atardeceres, a menudo considerados un final cotidiano, son en realidad portales a una serie de fenómenos atmosféricos extraordinarios que pintan nuestros cielos con colores impresionantes. Estos eventos celestes, desde el esquivo destello verde hasta las etéreas nubes noctilucentes y las vibrantes auroras, ofrecen una ventana a la compleja interacción entre la actividad solar y la atmósfera terrestre.
El destello verde es una ilusión óptica atmosférica fugaz, que dura solo unos segundos, y ocurre justo antes de que el sol desaparezca por completo en el horizonte. Este fenómeno se debe a la refracción y dispersión de la luz solar a través de las distintas capas de la atmósfera terrestre. A medida que el sol se pone, la atmósfera actúa como una lente, doblando la luz y separando sus colores. Si bien la luz azul se dispersa con mayor facilidad, la luz verde, con su longitud de onda más corta, es la última en ser visible antes de que el sol se oculte, creando este destello efímero. Las condiciones ideales para su observación incluyen un horizonte despejado y aire estable, a menudo visto sobre el océano o desde elevaciones más altas.
Las nubes noctilucentes, también conocidas como NLCs, son acumulaciones de cristales de hielo en la mesosfera, a altitudes de entre 81 y 85 kilómetros. Estas nubes, que aparecen durante el crepúsculo o las primeras horas de la mañana, son iluminadas por la luz solar que aún llega a estos cristales de hielo desde debajo del horizonte. Se manifiestan como estructuras luminosas y fibrosas, a menudo de un color azul eléctrico o plateado. Su formación, que requiere temperaturas extremadamente bajas, polvo de meteoritos y vapor de agua, las convierte en indicadores sensibles de las condiciones en el borde del espacio.
Las auroras, o Aurora Boreal, son espectáculos de luz colorida causados por la interacción del viento solar con la atmósfera terrestre. Cuando las partículas cargadas del sol, como electrones y protones, chocan con los átomos de oxígeno y nitrógeno en las capas superiores de la atmósfera, estos átomos emiten luz. Este proceso, que ocurre principalmente en las regiones polares, produce las icónicas cortinas verdes, rojas, violetas o azules que danzan en el cielo nocturno. La actividad solar, especialmente las eyecciones de masa coronal (CME) y las erupciones solares, son los principales impulsores de las auroras.
El año 2025, que coincide con el pico del ciclo solar de 11 años, ha sido particularmente propicio para la observación de auroras, con eventos que han permitido su visibilidad incluso en latitudes medias. Un evento particularmente raro y fascinante ocurrió en la noche del 2 al 3 de junio de 2025, cuando se observó la aparición simultánea de nubes noctilucentes y auroras en latitudes medias, documentado en áreas alrededor de los 52.3°N a 52.6°N. Este fenómeno combinado subraya la dinámica y la belleza de los procesos atmosféricos y espaciales.
Los científicos monitorean de cerca la actividad solar, ya que las tormentas solares, como las que ocurrieron en junio de 2025 con una eyección de masa coronal registrada en Alemania, aumentan significativamente la probabilidad de auroras, incluso en latitudes inusuales. La actividad solar elevada en 2024 y 2025, impulsada por el máximo solar, ha ofrecido oportunidades sin precedentes para presenciar estos fenómenos, haciendo de estos años un período excepcional para los observadores del cielo. Estos eventos, desde el destello verde hasta la conjunción de nubes noctilucentes y auroras, no solo enriquecen nuestra comprensión de la ciencia atmosférica y espacial, sino que también nos recuerdan la constante y asombrosa exhibición de fuerzas naturales que dan forma a nuestro planeta y su entorno.