Descubrimientos recientes sobre la estructura interna de la Tierra han revelado las capas complejas que componen nuestro planeta: corteza, manto y núcleo, cada una desempeñando un papel crucial en los procesos geológicos y la dinámica climática.
El 18 de octubre de 2024, los investigadores revelaron que debajo de la corteza visible se encuentra un sistema complejo que influye no solo en los fenómenos naturales, sino también en la existencia misma de la vida en la Tierra. La corteza, aunque delgada, varía significativamente en grosor, alcanzando profundidades de 5-10 km bajo los océanos y de 30-70 km bajo los continentes. Su composición consiste principalmente en minerales silicatados como el granito y el basalto.
El movimiento de la corteza, impulsado por las placas tectónicas, es esencial para dar forma al relieve terrestre. Esta capa dinámica es responsable de la formación de montañas, terremotos y erupciones volcánicas, subrayando la naturaleza siempre cambiante del planeta.
Debajo de la corteza se encuentra el manto, que se extiende hasta aproximadamente 2,900 km de profundidad y constituye alrededor del 84% del volumen total de la Tierra. Compuesto principalmente de rocas ricas en silicato, oxígeno, hierro y magnesio, las altas temperaturas del manto permiten un flujo lento de las rocas, lo que lleva a procesos de convección que impulsan los movimientos de las placas tectónicas.
Estos movimientos convectivos son la fuerza principal detrás del desplazamiento de las placas, donde el material caliente asciende y el material más frío desciende, creando un ciclo continuo que da forma a la superficie. El papel del manto es crucial en eventos geológicos como terremotos y actividad volcánica.
En el centro del planeta se encuentra el núcleo, dividido en núcleo externo e interno. El núcleo externo, una capa líquida compuesta principalmente de hierro y níquel fundido, es vital para generar el campo magnético de la Tierra, que protege al planeta de la radiación solar dañina y es esencial para la estabilidad atmosférica.
El núcleo interno, una esfera sólida de aproximadamente 1,220 km de radio, está compuesto principalmente de hierro y níquel. A pesar de las temperaturas extremas que superan los 5,000 °C, la inmensa presión mantiene los materiales en estado sólido. Se cree que el núcleo interno influye en el comportamiento magnético de la Tierra y en la estabilidad geológica general.
Comprender estas capas interconectadas ofrece implicaciones significativas para las geociencias, incluyendo una mejor predicción de terremotos, monitoreo de la actividad volcánica y conocimientos sobre la formación planetaria. A medida que los investigadores profundizan en la estructura de la Tierra, las aplicaciones potenciales de estos hallazgos podrían mejorar nuestra capacidad para enfrentar desafíos geológicos y proteger la vida en nuestro planeta.