Las batallas navales en la Roma antigua: Un nuevo examen

Las discusiones recientes en torno a la película Gladiator II han reavivado el interés por la ocurrencia histórica de las naumaquias, o batallas navales, en la antigua Roma, particularmente en el Coliseo. Las fuentes históricas indican que dos de estos eventos tuvieron lugar en el anfiteatro Flavio: uno en el año 80 d.C., organizado por el emperador Tito, y otro en la misma década durante el reinado de Domiciano.

Después de estos eventos, la posibilidad de llevar a cabo batallas navales en el Coliseo cesó, principalmente debido a la construcción del hipogeo, una red de túneles que hacía impracticable inundar la arena. Dado que Gladiator II se sitúa más de dos siglos después, durante el reinado de Geta y Caracalla (209-211 d.C.), la película toma libertades creativas con la cronología histórica.

La tradición de las naumaquias se remonta a 46 a.C., iniciada por Julio César para celebrar su victoria sobre Pompeyo. Este espectacular evento incluyó 16 barcos, 4,000 remeros y 2,000 gladiadores, representando a potencias marítimas rivales: los tirios y los egipcios. Los participantes eran prisioneros de guerra y condenados, motivados por la posibilidad de perdón por valentía.

La asistencia a estos eventos atraía a miles de personas de toda Italia, lo que provocaba aglomeraciones y hasta fatalidades durante las celebraciones. Más allá del entretenimiento, las naumaquias cumplían funciones propagandísticas, mostrando el poder militar y financiero del Imperio Romano.

Augusto organizó posteriormente una batalla naval más grandiosa en el año 2 a.C., duplicando el número de embarcaciones y luchadores. La naumaquia más monumental ocurrió en el 52 d.C. bajo el emperador Claudio en el lago Fucino, con 100 barcos y 19,000 combatientes, evocando la histórica batalla de Salamina.

El emperador Nerón fue el primero en celebrar naumaquias en un anfiteatro, con dos eventos durante su mandato, aunque los detalles son escasos. Las naumaquias posteriores fueron raras, a menudo regresando a lagos artificiales como escenarios. A medida que el Imperio Romano enfrentaba un declive financiero y político, la tradición de organizar estos costosos espectáculos disminuyó, convirtiéndose en legendaria con el tiempo.

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