El pasado 1 de septiembre de 2025, la Tierra fue impactada por una significativa tormenta solar, clasificada como 'caníbal' debido a la fusión de dos eyecciones de masa coronal (CME) impulsadas por una potente llamarada solar. Originada en la región de la mancha solar 4204, este evento generó un espectáculo de auroras boreales que se extendieron por 18 estados de Estados Unidos, alcanzando latitudes inusualmente bajas.
La tormenta geomagnética alcanzó un nivel G2 (moderado) en la escala de la NOAA, con pronósticos que sugerían una posible intensificación. El Centro de Predicción del Clima Espacial de la NOAA emitió alertas, permitiendo la observación de las auroras, visibles incluso en estados como Illinois y Maine, mucho más al sur de lo habitual. Este fenómeno ocurre en un momento en que el ciclo solar actual se acerca a su fin, evidenciando la persistente inestabilidad magnética del Sol.
Las eyecciones de masa coronal, descritas como masivas expulsiones de plasma y campos magnéticos desde la corona solar, son responsables de estos eventos. Una CME puede viajar a velocidades de hasta 3000 kilómetros por segundo, y las más rápidas pueden alcanzar la Tierra en tan solo 15 a 18 horas. La naturaleza 'caníbal' de esta tormenta se refiere a que una eyección de masa coronal absorbió a otra anterior, fusionándose debido a su tamaño e intensidad.
La actividad solar, que sigue un ciclo de aproximadamente 11 años, ha mostrado un comportamiento intenso en el ciclo actual, que se acerca a su máximo. Este aumento en la actividad solar, caracterizado por un mayor número de manchas solares y erupciones, incrementa la probabilidad de tormentas geomagnéticas. Si bien estos eventos son fascinantes por el despliegue de auroras, también subrayan la interconexión entre la actividad solar y nuestra tecnología.
Las tormentas solares pueden afectar sistemas de comunicación por radio, redes eléctricas, señales de GPS y satélites. La NOAA ha advertido previamente sobre irregularidades en la red eléctrica y la degradación de las comunicaciones de alta frecuencia durante eventos solares significativos. La comprensión y el monitoreo de estos fenómenos son cruciales para mitigar sus posibles impactos en la infraestructura tecnológica global, recordándonos la dinámica y poderosa relación entre nuestro planeta y la estrella que nos da vida.