Un potente sismo de magnitud 6.0 sacudió la región oriental de Afganistán el 31 de agosto de 2025, causando la muerte de al menos 622 personas y dejando más de 1,500 heridos. Las provincias de Kunar y Nangarhar fueron las más afectadas, con numerosas aldeas en áreas montañosas y rurales sufriendo una devastación casi total.
El epicentro del terremoto se ubicó a 27 kilómetros al noreste de Jalalabad, la capital de Nangarhar, a una profundidad de tan solo 8 kilómetros. Esta escasa profundidad intensificó los efectos destructivos del movimiento telúrico. El temblor inicial, registrado poco antes de la medianoche, fue seguido por al menos dos réplicas de magnitud 5.2, aumentando la angustia y el peligro en la zona.
Los esfuerzos de rescate se desplegaron de inmediato. Helicópteros del gobierno talibán evacuaron a los heridos y transportaron ayuda esencial a las áreas afectadas. Equipos de emergencia locales y voluntarios trabajan incansablemente para acceder a comunidades aisladas y brindar asistencia médica. La Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA) y la Media Luna Roja Afgana también han movilizado personal para ofrecer apoyo vital.
Afganistán se encuentra en una zona geológicamente activa, situada en el límite de las placas tectónicas india y euroasiática. Esta configuración tectónica, combinada con la prevalencia de construcciones tradicionales de adobe y albañilería sin diseño sísmico, hace que el país sea particularmente vulnerable a los terremotos. Incidentes pasados, como el sismo de magnitud 5.9 en Paktika en junio de 2022 que causó más de mil muertes, y el terremoto de Herat en 2023 con más de mil fallecidos, subrayan esta fragilidad.
La comunidad internacional ha expresado sus condolencias y ofrecido asistencia. Sin embargo, la respuesta a esta tragedia se ve dificultada por los deslizamientos de tierra que bloquean rutas clave, así como por la precariedad de la infraestructura y la dispersión geográfica de las aldeas. A pesar de los desafíos, la resiliencia del pueblo afgano se manifiesta en los esfuerzos de reconstrucción que ya comienzan a vislumbrarse, buscando transformar la adversidad en una oportunidad para fortalecer las comunidades y construir un futuro más seguro.