El 17 de noviembre de 2023, una poderosa tormenta solar impactó la Tierra, resultando en auroras visibles en regiones más allá de las áreas polares, incluyendo partes de Estados Unidos y Europa. La tormenta, clasificada como G4 en la escala de la NOAA, causó interrupciones en las comunicaciones por satélite y en las redes eléctricas.
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) informó que la tormenta fue provocada por una serie de eyecciones de masa coronal (EMC) del sol. Estas EMC liberaron grandes cantidades de plasma solar al espacio, que colisionaron con el campo magnético de la Tierra.
Además de los impresionantes espectáculos de luz, la tormenta provocó advertencias para las aerolíneas para desviar vuelos sobre las regiones polares debido a la mayor exposición a radiaciones. También se aconsejó a las empresas de energía que se prepararan para posibles fluctuaciones en los sistemas eléctricos.
Los expertos sugieren que esta actividad solar podría volverse más frecuente a medida que el sol se acerque a su fase de máximo solar, esperada en los próximos años. Las implicaciones de estas tormentas van más allá de la estética, afectando la tecnología y la infraestructura a nivel global.