El Consejo Municipal de Wellington ha tomado una decisión trascendental al otorgar el estatus permanente de zonas de manejo de vegetación mínima a nueve de sus parques y reservas urbanas. Esta medida, que sigue al exitoso proyecto piloto que se puso en marcha en agosto de 2024, marca un cambio significativo hacia una gestión más natural y menos intensiva de los espacios verdes de la ciudad. La iniciativa resuena con movimientos ecológicos internacionales de gran calado, como la campaña "No Mow May" (Mayo sin Corte), que promueven dejar crecer la hierba para beneficiar a la fauna y flora local.
Los terrenos experimentales, que incluyeron áreas clave en el Valle de Aro y Brooklyn, revelaron beneficios ecológicos notables derivados de la reducción de la intervención humana. Las observaciones científicas demostraron que la diversidad de especies vegetales en estas parcelas se incrementó de manera impresionante, llegando casi a duplicarse en comparación con los céspedes mantenidos de forma tradicional. Mientras que las áreas segadas convencionalmente registraron un promedio de 11,3 especies de plantas, las zonas designadas con el régimen de "corte bajo" alcanzaron la cifra de 21,8 especies.
Además del enriquecimiento botánico, el impacto en la fauna fue igualmente significativo. La población de invertebrados en estas áreas experimentó un aumento espectacular, multiplicándose por cinco. Este incremento en la base de la pirámide alimentaria es fundamental, ya que sienta las bases para fortalecer las cadenas tróficas locales, proporcionando un hábitat y sustento crucial para insectos polinizadores y otros animales pequeños, esenciales para la salud del ecosistema urbano.
La hierba más alta no solo beneficia a la biodiversidad, sino que también ha demostrado ser indispensable en el contexto de la resiliencia climática urbana. Las parcelas sin segar mostraron una capacidad de absorción de agua de lluvia dos veces superior a la de las áreas cortadas. Esta característica es vital para la ciudad, ya que ayuda a retener la humedad durante los periodos de sequía y, simultáneamente, reduce drásticamente la presión sobre los sistemas de drenaje pluvial durante las precipitaciones intensas. Este enfoque confirma la eficacia de prácticas adoptadas en otras metrópolis, como Milán, que utilizan franjas de césped para mejorar la resistencia urbana frente a eventos meteorológicos extremos.
Los portavoces del Consejo han enfatizado que esta nueva estrategia representa un equilibrio delicado y bien meditado entre el enriquecimiento del ecosistema y la necesidad de mantener la funcionalidad y el disfrute para los ciudadanos. Las áreas de alta afluencia y los espacios dedicados a actividades recreativas seguirán recibiendo un mantenimiento meticuloso y tradicional. Sin embargo, el resto de las zonas se transformarán en refugios seguros para la vida silvestre, permitiendo a los residentes seguir utilizando sus espacios habituales mientras observan el florecimiento de la naturaleza en estos rincones designados.
En esencia, Wellington está realizando una inversión estratégica en un sistema autorregulado. Al priorizar la viabilidad a largo plazo de su entorno natural sobre la pulcritud estética inmediata, la capital neozelandesa se posiciona a la vanguardia de la gestión ecológica urbana. Esta medida subraya el compromiso de la ciudad con la sostenibilidad, asegurando que sus pulmones verdes continúen prosperando y proporcionando beneficios esenciales tanto para la fauna como para sus habitantes.